La historia de los clavos se remonta a 1990, cuando arqueólogos de la Autoridad de Antigüedades de Israel (AAI) hicieron excavaciones en una cueva funeraria judía del primer siglo de la era cristiana que se descubrió durante la construcción de caminos en una zona de parques de Jerusalén, Israel, llamado Bosque de la Paz, en el sur de la ciudad. Ahí se encontró una cueva con 12 osarios, urnas de piedra caliza donde los judíos de esa época colocaban tradicionalmente los huesos de sus muertos una vez que los cuerpos se habían reducido. El hallazgo de dos clavos desataron especulaciones de alto vuelo.
La diferencia entre esta y otras tumbas es la leyenda 'Caifás'
Lo que distingue estas tumbas de las muchas otras del mismo período romano que se han encontrado en Jerusalén es que una de las urnas tenía grabado el nombre 'Caifás', Kayafa en hebreo y otro con las palabras 'José, hijo de Caifás'. Y los dos clavos que los arqueólogos encontraron en la tumba, uno estaba dentro de una de las urnas y el otro cerca de la supuesta caja de huesos de José Caifás. En aquel momento, el arqueólogo de la AAI, Zvi Greenhut, que dirigió la excavación, especuló en su informe preliminar de esa época que los clavos podrían haber sido utilizados para escribir los nombres de los fallecidos en los osarios de piedra caliza.
Pero también se preguntó por qué alguien tallaría nombres en las cajas de piedra caliza y volvería a abrir una de ellas para colocar un clavo dentro.
Descartaban por especulativa la teoría que afirma que los clavos se usaron para una crucifixión
Un nuevo estudio sobre los clavos de la época romana del siglo I dC, que se realizó en el laboratorio de antropología de la Universidad de Tel Aviv, alcanzan pruebas que reflota la muy controvertida teoría de una década atrás que relaciona estos objetos con nada menos que la crucifixión de Jesucristo.
Are these nails from Jesus’ crucifixion? New evidence emerges, but experts are unconvinced https://t.co/udhwXNCNLe pic.twitter.com/lYd0lYG14W
— Whatafind.com (@Whatafind) October 8, 2020
La teoría la desarrolló el periodista y director cinematográfico Simcha Jacovici en 1991 en su documental ‘Los clavos de la cruz’ que generó una tormenta de controversias y no fue sostenida por destacados especialista en Arqueología.
El nuevo estudio que fue publicado en agosto pasado en la revista científica Archaeological Discovery, ofrecería un respaldo científico a la hipótesis de que estos clavos están vinculados a una crucifixión, lo que lleva a pensar en la de Jesucristo.
Los restos biológicos en los milenarios clavos confirman que proceden de la cueva de Caifás
Análisis físicos y químicos de laboratorio encontraron rastros biológicos y demuestran que efectivamente los clavos provienen de la cueva funeraria de Jerusalén donde fue enterrado Caifás, el sumo sacerdote judío que, según los Evangelios, jugó un papel clave en la Pasión y Muerte de Jesucristo. En esos clavos, los investigadores encontraron rastros microscópicos de madera y hueso incrustados en las escamas del metal fosilizado y los científicos confirmaron que estos clavos tienen 2.000 años de antigüedad y que estuvieron al menos involucrados en una crucifixión, aunque no necesariamente en la de Jesucristo.
La discusión continúa, ya que el diario israelí Haaretz entrevistó a Aryeh Shimron, que dirigió los estudios en los restos arqueológicos, y descartó la teoría de que estén vinculados con el Mesías y que no hay pruebas suficientes que vinculen esos clavos a la ejecución de una crucifixión, mucho menos la de Jesucristo. El estudioso considera que la hipótesis es 'altamente especulativa'.