La situación no se vio ni en pesadillas ni en películas de terror. Un familiar se infecta de coronavirus, desarrolla síntomas y llega a la etapa de gravedad que necesita internación en terapia intensiva. El resto de la familia, con síntomas leves o sin contagio, queda en cuarentena en casa. Pierde el contacto con el enfermo grave, con su padre, su madre, su hijo.
Además de la tasa de mortalidad y la altísima capacidad de contagio que tiene la enfermedad, este es su aspecto más temible, y más triste también: el enfermo de coronavirus muere solo, en su cama de hospital, sin sus allegados sosteniéndole la mano y murmurando palabras de consuelo.
Para quienes quedan, no es menos terrible
El pasado 30 de marzo España prohibió los entierros con asistentes y funerales. Joan Gabriel, gerente de la Funeraria Anoia de la primera zona de Cataluña, le contó a el diario El País cómo viven las casas de sepelio la situación, que ya es triste habitualmente, pero hoy transcurre en absoluta soledad. Los familiares solo pueden llamar por teléfono para pedir el servicio, los difuntos van al depósito donde se los pone en una bolsa hermética, luego dentro del ataúd. Y va a inhumación, entierro o crematorio. La situación es totalmente anómala.
La soledad condena al enfermo de Coronavirus y sus allegados.
Solo pueden acompañar tres personas como máximo y guardando una distancia mínima de un metro. La normativa también obliga a postergar responsos religiosos o ceremonias civiles fúnebres hasta que finalice el estado de alarma.
La Iglesia pide más recursos en los entierros
Los obispos de España han hecho un pedido especial solicitando la provisión de equipos de protección, mascarillas y guantes, no solo para el personal de salud, sino también para los que acompañan la partida de su ser querido. "Evitar un mayor sufrimiento también es ocuparse de la salud espiritual de las personas", reza el comunicado de prensa difundido por la Conferencia Episcopal.
Los obispos alzaron su voz en el inicio de la Semana Santa más atípica de la historia, con fiestas, procesiones y cofradías suspendidas, bendiciones de Ramos vía Internet y hasta el Vaticano blindado y sin el tradicional Vía Crucis del papa Francisco en el Coliseo Romano.
Semana Santa única en la historia
La de 2020 será una imagen única de la historia, con nazarenos y fieles confinados en sus casas y viviendo la fe desde ordenadores y balcones hacia calles desiertas de muchedumbres entremezcladas de fieles y turistas.
La Iglesia, en línea con la pandemia de coronavirus, recurre a la novedad de la Semana Santa digital, donde solo obispos y sacerdotes oficiarán, en soledad, desde los templos desiertos, invitando a los fieles a vivir las ceremonias desde sus casas a participar ofreciendo una oportunidad “extraordinaria” de vivir la fe y la Semana Santa desde una perspectiva distinta a la acostumbrada en comunidad.