Si el caso de los autónomos y pymes es absolutamente precario y en la mayor parte de las ocasiones, ha sido letal para el negocio, las “chicas de compañía” no son menos. Son un grupo marginal, que viven en situaciones extremas.

Al no contar con ningún tipo de amparo legal ni control sanitario específico, su vulnerabilidad aumenta, no solo en lo tocante a la salud – por contagiarse ellas y ser un posible foco de contagio (al igual que los “clientes”) – sino en lo económico también. Muchas de estas mujeres son muchas veces el sustento económico de sus familias o, como ocurre con las víctimas de la trata de blancas, no podrán pagar su deuda ni su alojamiento.

La prostitución depende del contacto físico para trabajar

Como es lógico, aunque hoy haya servicios sexuales en línea, el contacto humano es lo que sustenta que estas chicas puedan ejercer su actividad. Muchas de ellas intentan “teletrabajar”, pero saben que el mercado está sobre explotado y saturado y no tienen ninguna confianza en que esta sea una solución plausible.

Las webs de contacto siguen abiertas en muchos países, aunque en algunos ya han empezado a cerrarlas o prohibir subir nuevos anuncios. Pero el problema no ha sido erradicado, ya que aquellas que permanecen todavía abiertas permiten ver los teléfonos de contacto de las mujeres que prestan estos servicios.

La trata de blancas hace que la situación sea más que desesperada para chicas que no van a poder pagar la deuda con sus explotadores

A esto se le suma que, como denuncia una trabajadora sexual a ABC “Gran parte de ellas son extranjeras, analfabetas y no están al corriente de las noticias. ¡Algunas no sabrán ni lo que es el coronavirus!”.

Esto se debe a la lacra de la trata de blancas, seres humanos con los que se trafica para ejercer la prostitución y que, al surgir la pandemia, muchas de ellas han sido echadas a la calle por los proxenetas, obligándolas a buscarse la vida como puedan, con la desgracia añadida de que algunas ni siquiera saben en qué país o ciudad están.

Los "clientes", en una situación de ventaja respecto a las prostitutas, deben ser más responsables y no exponerlas al virus

La situación de estas mujeres es todavía más precaria pues, la mayoría cobran en negro, por lo que tienen difícil el acceder a sistemas de Servicios Sociales, además, dada su actividad laboral, no pueden ni permitirse enfermar. Esta situación obliga a muchas prostitutas a saltarse las medidas del confinamiento y a atender directamente en sus casas a los clientes, aconsejándoles, por ejemplo, que parezca que van a hacer la compra.

Sin embargo, esta respuesta desesperada y peligrosa por parte de algunas prostitutas es a la par incentivada por aquellos que todavía siguen contratando sus servicios.

Gente que se puede permitir todo aquello a lo que la mayoría de ellas no tienen acceso y aún así se saltan el confinamiento. Cierto es que esto les ayuda en lo económico, pero ponen en peligro la salud de todos, y son esos “clientes” los que más responsabilidad tienen en esta ocasión para frenar la expansión del virus en una comunidad ya de por sí marginada.