"Solo quedamos seis y pronto ya no quedara nadie", son las palabras de Herminia López de 93 años, residente del pueblo Miravete de la Sierra (Teruel), lugar donde nació el movimiento "Teruel existe". Herminia vive aquí con su esposo de 95 años, habitan con tan solo cuatro vecinos más en toda la localidad, un camión les lleva pan dos veces a la semana, no tienen Internet hay muy poca cobertura telefónica y no tienen un hospital, solo un médico personal que les visita de vez en cuando. En esta zona llevan al menos cuarenta años haciendo solicitudes de inversión e infraestructura sin ser escuchados, y finalmente ya casi no queda a quién prestar ayuda alguna.

El abandono que ahoga a los habitantes que conforman esta pequeña provincia

Son apenas cien mil los que residen en Teruel y una de las mayores necesidades que tienen es en el ámbito de las comunicaciones terrestres. Según lo que comenta Manuel Gimero, portavoz del movimiento "Teruel Existe", son los únicos sin conexión directa a Madrid por tren aparte de que cuentan con el sistema de trenes de pasajeros más lento de la región. Aparte de todo esto la media de edad en el sector es de 80 años, no hay población suficiente para casi ninguna de las actividades, están excesivamente dispersos y llegan al punto de no tener niños a quienes dar clases en los pocos colegios que sobreviven.

La escuela de Allepuz sigue adelante gracias a que el Ayuntamiento hizo un llamado a familias con hijos de trasladarse a la población, solo dos parejas se mudaron y una de ellas, una pareja marroquí, tiene siete pequeños.

La mayor esperanza de hacer a la comunidad volver a crecer poco a poco es que ahora hay diez chiquillos a quienes educar. Los profesores de la zona mencionan que es muy triste ya que cerrar un colegio en un pueblo con tantas necesidades al final termina por matar al mismo.

Un ejemplo de esto se da en la comarca de Jiloca, solo cuentan con tres niños que a pesar de tener tres, cuatro y cinco años de edad respectivamente ven clases juntos y el momento de mayor soledad que enfrentan es cuando a la hora del recreo no parecen ser capaces de compartir sus juegos y cada cual hace lo que se le antoja, como Ibtisan que juega sola al fútbol.

Las ventajas con las que cuentan que logran dar esperanzas a la región

Los turolenses cuentan con un aeródromo industrial, generan al menos 180 puestos de trabajo directos, han apostado por formación de pilotos, pruebas de motores, reciclaje y desguace de aviones. Entre 2016 y 2017 duplicaron sus operaciones y es uno de los milagros al que el gentilicio de la zona espera poder sacar mayor provecho.

El Hospital Obispo Polanco cuenta con récords en donaciones de órganos y aunque tienen varios proyectos sin realizar y promesas fallas también son la posible salvación del lugar.

Aunque la explotación de arcilla podría ser de gran ayuda muchas empresas solo ofrecen llevarse el producto y trabajarlo en alguna fabrica del Castellón. Esta comarca tiene mucho que ofrecer a las personas que se interesen y es un lugar abierto a las posibilidades se esperan grandes cosas si alguien llegase a ver su potencial y lo aprovecha al máximo.