Han pasado ya seis días, pero la sentencia a La Manada, aún sigue dando que hablar. Las manifestaciones sociales no se han acabado y el debate público y familiar continúa. Sin dudas, esta sentencia marcará un antes y un después en la vida de mucha gente. Tal vez en la de todas las mujeres que hemos tenido acceso a la información, que nos hemos interesado por el caso.
Escribo estas líneas y enseguida recuerdo el comentario de una compañera de trabajo, que llegó indignada hace unos días a la redacción. Una vecina, mientras bajaban en el ascensor, la mañana del viernes posterior a la sentencia comentó: "Pobres chicos".
Hay en este caso varias lecturas paralelas, de muchas se ha hablado o mencionado al pasar, de otras nada. Como si no existieran.
La fiesta de la promiscuidad
Toros, sexo y alcohol. ¿Eso es San Fermín? si de verdad la esencia de la fiesta es esa, tenemos un grave problema como sociedad. Por permitirlo y por concurrir. Tal vez, los Sanfermines no sean peores que muchas fiestas de pueblos. Pues también allí, entonces, hay un problema. No me refiero que censurar o que prime la pacatería, sino a prevenir.
Algunos vecinos de Pamplona han comentado en televisión, violaciones hay todos los años. Así, sin más, como si se tratara de empujones para conseguir un mejor sitio durante el encierro. Hay una costumbre soterra de mirar hacia otro lado, de dejar que pase, mientras no sea cerca de mi.
Es cierto que estos eventos representan un ingreso económico para la ciudad que pocas actividades están a la altura. Quizás deberíamos preguntarnos si compensa. Si el riesgo el riesgo que asumimos merece la pena.
Las otras mujeres de La Manada
Poco se conoció sobre la situación sentimental de los cinco amigos sevillanos condenados a nueve años de prisión por abuso sexual.
Solo conocimos que el guardia civil ha sido padre durante los últimos meses. Su novia, que ya la era cuando ocurrieron los hechos, quedó embarazada en un vis a vis.
Se la ha juzgado mucho ya, incluso hay una carta que circula por redes sociales, que se lo hace de una manera brutal. Es difícil no pensar en el lugar de esa mujer, del niño que tiene ahora.
Deberíamos replantearnos ciertos conceptos de intimidad y sexualidad. Porque ambos van unidos, o deberían estarlo. Tener sexo en un portal, con cinco amigos, tampoco es muy normal. Si en todo esto cabe la palabra normalidad. Es cierto que la atrocidad de violar a una chica de 18 años en grupo supera todo lo demás y casi no quedan siquiera ganas de indagar más allá.
Detrás de los cinco condenados hay mujeres, madres, hermanos, novias. Menos uno de ellos, los demás serán, de nuevo, juzgados en Pozo Blanco por un delito similar. Están acusado de abusar de una chica durante unas fiestas de pueblo. Dieron con ellos porque lo dejaron grabados, como en San Fermín.
La hermana del Prenda, al que se ha denominado líder del grupo, ha declarado ante los medios que la condenada le parece demasiado, especialmente por ser por algo que no han hecho.
¿De verdad es tan habitual que un grupo de amigos tenga relaciones sexuales en un portal? Me pongo en el lugar de abogado del diablo. Si quisiera creer la versión de los integrantes de La Manada, que todo fue consentido, ¿es tan normal hacerlo de una manera tan promiscua? Ninguno utilizó preservativos, lo hicieron en un sitio de tres por tres donde cualquier vecino podía pasar, lo grabaron y como no tenían alojamiento, durmieron en las escaleras de otro portal.
Una fiesta de hombres con leyes para hombres
Allí estaban cinco amigos que se conocían desde niños, los mismos que ahora llevan cerca de dos años presos. Los Sanfermines del 2016 se presentaban como una nueva oportunidad de consumir drogas y tener relaciones sexuales que pudieran grabar y mostrar a los amigos que no viajaban. Porque La Manada no son solo los cinco que ahora están presos, hay otro que integraban el grupo, pero que no viajaron a Pamplona.