En ocasiones, dejamos volar la imaginación y llenamos de fantasías nuestra vida. Soñamos que las cosas son como nos gustaría y nos sentimos eufóricos y llenos de energía. Otras, en cambio, sucumbimos ante el primer pensamiento pesimista y nos creemos desdichados; lo vemos todo negro y no hallamos motivos para ser felices. Este exceso de optimismo o pesimismo se debe a que, a veces, tenemos una visión deformada del mundo (que embellece o degrada la realidad). Cambiarla es clave para ver las cosas como son y no vivir tan engañados.

Las fantasías

Estos pensamientos son necesarios y sanos si los usamos como motor para perseguir nuestras metas y objetivos; son potentes motivadores que nos impulsan a emprender proyectos y a mantener una actitud vitalista.

Sin embargo, cuando se basan en sueños inalcanzables, se convierten en peligrosas trampas llenas de falses expectativas. Y cuanto más nos alejamos de la realidad, más nos acercamos al fracaso, frustraciones y malestar.

Ser poco realista es tener una percepción distorsionada de la realidad y de nosotros mismos. Impide afrontar y resolver problemas (no los vemos con objetividad), dificulta nuestras relaciones (éstas no responden a nuestros falsos ideales) y nos afecta anímicamente (con ansiedad y estrés).

El realismo

Ser realista ayuda a encarar problemas sin exagerar, con la importancia que tienen, y a buscar soluciones acertadas. También es básico mantener relaciones satisfactorias, pues nos permite conocer bien a los demás y saber lo que podemos esperar de ellos.

Cómo mantener los pies sobre la tierra

Obsérvate con realismo. Gana equilibrio y mejora tus relaciones

  • Plantéate sueños factibles e ilusiónate con ellos. Márcate pequeñas metas de cumplir para acercarte a tus objetivos. Haz una lista de los pasos que debes seguir y evalúalos sin exagerarlos, trata de ver también las dificultades. Cuando tengas claro a dónde quieres llegar, pon toda tu ilusión y esfuerzo en conseguirlo. Y si al final las cosas no salen como esperabas, no te derrumbes: al menos lo has intentado y has aprendido.
  • Consulta a tus seres queridos. A veces son las personas que nos rodean quienes nos advierten de lo exageradamente pesimista u optimistas que somos. Si te ocurre, consulta a tus amigos y familiares, escucha su opinión y trata de entender por qué tú visión de la realidad es tan diferente de la suya.
  • Al relacionarte con los demás trata de entender las circunstancias de cada uno y no esperes que te respondan o se comporten como a ti te gustaría. Para mejorar nuestras amistades, hay que conocer a las personas como realmente son, sabiendo lo que nos pueden ofrecer. Así, evitaremos decepciones por esperar demasiado.
  • No te comprometas a realizar ningún trabajo sin antes evaluar el esfuerzo y el tiempo que va a suponerte. Analiza si te es posible y conveniente hacerlo. Una forma de ser realista es saber decir “no” o poner límites a los demás, sin sentirnos culpables cuando sus peticiones o exigencias resultan excesivas.