El 22 de marzo fue el día elegido por el Papa para tuitear que defender el agua es defender la vida, en clara resonancia al agua como derecho humano, en particular sintonía con sus declaraciones pontificias acerca de la defensa y cuidado de la Tierra, de “la casa común”.
Defender la tierra, defender el agua, es defender la vida.
— Papa Francisco (@Pontifex_es) 22 de marzo de 2018
Un Día Mundial de reciente instauración
Acostumbrados cotidianamente al uso de agua corriente y potable, no somos conscientes de que, en muchos lugares del mundo, la gente muere por la falta de la misma o por la contaminación de sus acuíferos.
Fue el 22 de marzo de 1993 el primer Día Mundial del Agua, decidido así por la Asamblea General de la ONU el año anterior. Una toma de postura que se publicaba tras la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (CNUMAD) de 1992.
Se le conoció como ‘La Cumbre para la Tierra’ y aconteció en Río de Janeiro, Brasil. Los países participantes fueron 179. Esta Cumbre puso por escrito y reconoció públicamente que las condiciones medioambientales estaban relacionadas con las económicas, y que cada acción humana repercutía en el planeta. Sobre todo, se habló de las naciones empobrecidas y el maltrato a la naturaleza en sus fronteras. Y del desastre que arrastra una economía que solo piensa enriquecerse ya, sin miras al futuro.
El Papa se pronuncia claramente
El tuit de Francisco recuerda su intervención hace año, con motivo de un Encuentro acerca del agua como derecho humano. Ya entonces, el Papa fue conciso y claro: el agua es un derecho, todos deben acceder a ella, a agua pura y potable.
Como suele ser costumbre eclesial, comenzó con una cita bíblica, añadiendo una línea de una conocida oración franciscana de acción de gracias.
Acudió al Génesis y a san Francisco de Asís para descubrir la belleza del agua y su ser fuente de vida. Aunque hacía una correcta matización: se refería al agua pura, al agua que puede beberse y servir al ser humano en sus necesidades vitales.
Si el agua daba vida, la vida se establecía y crecía como comunidad, como sociedad, por eso el derecho personal iba unido al comunitario.
Solo con agua potable podrían crecer las sociedades, conscientes de sus actos, del necesario respeto y cuidado hacia la Tierra y las generaciones futuras.
Y es que no puede separarse ese derecho humano con la obligación de cuidar las fuentes de agua. El derecho no elimina, sino que pide el justo respeto. Los recursos son para todos, no unos pocos. Así es que Francisco pedía una educación, una formación de la conciencia respecto al agua.
El miedo y la realidad de la guerra
Las reflexiones dieron lugar a los temores, concretados en una frase que da para pensar: estamos en la tercera guerra mundial, una guerra que no devasta sino “a pedacitos”, lenta y continuamente. Y el miedo se torna sombra mirando al futuro, con la posibilidad de una conflagración armada que tenga el agua como motivo y excusa.
Al final, el Papa no quiso ni quiere que nos quedemos con esa imagen derrotista, sino que apuesta por un trabajo continuo, a todos niveles, reconociendo que toda aportación, por pequeña que sea, es un paso en el buen camino. Y que Dios lo bendice.