La fuerza de la palabra odio hace que la reacción no termine de generar una respuesta acertada. El Turismo ha sido uno de los motores económicos más importantes del último siglo. No obstante, la proliferación de un turismo de borrachera o la falta de leyes que regulen precios y condiciones de alojamiento, han provocado en vecinos y residentes un malestar generalizado.
Se estima que un 11 % de la población mundial vive gracias a los recursos económicos que aporta el turismo. La Organización Mundial de Turismo sostiene que durante el año pasado unos 1.200 millones de personas han estado como turistas en algún lugar del mundo.
Es cierto que ciudades como Sicilia o Venecia han colapsado por miles de visitantes extranjeros, visitantes que, además, son víctimas de esa incomodidad que genera la masificación de un sitio. No obstante, odiar el turismo retrotrae a viejas épocas de intolerancia extrema.
¿Morder la mano que da de comer?
El turista puede ser tan particular como variopinto. Lejos quedaron los comentarios sobre los buses con visitantes japoneses tomando fotografías de todo como si no hubiese un mañana. El turismo ahora preocupa, porque afecta a los residentes de las zonas históricas y genera una violencia innecesaria.