Para algunos, los más escépticos, el síndrome de Stendhal no es más que una leyenda creada en Florencia y sustentada por muy pocos especialistas en psiquiatría para atraer más turistas a la ciudad.
Cuando el escritor francés, viajó a esta ciudad italiana presentó, según sus escritos, síntomas tales que muchos años después fueron asimilados con su nombre para definir a los turistas que ante una belleza extraordinaria se sienten invadidos por emociones extremas, pocas o nunca antes vividas. Algunas de esas sensaciones no son para nada placenteras, como las crisis de ansiedad o trastornos de pensamientos que pueden incluir hasta delirios persecutorios.
Es curioso, pese a que muchos sostengan que detrás de ello hay motivos económicos, que también existen registros de personas que han sufrido síntomas similares en ciudades como Jerusalén. Algunos turistas han experimentado hasta la sensación de ser un enviado de Dios o de pertenecer a esa tierra santa.
Una de las explicaciones más comunes, además de la de aceptar que existen individuos de una sensibilidad extrema, es el stress al que se enfrenta un viajero. Todo viaje significa una armar y desarmar, un cúmulo de experiencias y situaciones que cada persona vive de manera singular.