Independencia para personas con diversidad funcional

Por cómo está orientada la discapacidad en la Sociedad, si no toca de cerca o existe un interés profundo por el tema, la mentalidad en torno a una independencia integrada en personas con diversidad funcional resulta como una incoherencia, pues se conecta este tipo de dificultades con dependencia mayor de la real. La realidad es que en esta vida, sea cual sea la condición que venga dada al nacer o a partir de un instante determinado, todos dependemos de alguien: el trabajador depende de sus jefes, el jefe depende del empresario, el empresario depende del gobierno, el gobierno depende de otros gobiernos y de su propio pueblo, etc.

Cuando se habla de reivindicar una independencia en el colectivo de personas con evidentes dificultades -o no tan evidentes en algunos casos, y no por ello menos relevantes-, lo que se pide por encima de todo es facilidades a la hora de poseer las mismas oportunidades que cualquier miembro de la sociedad cuya condición sea la más común (lo pongo en cursiva porque todo ser humano es exclusivo y lo común, la mayoría de las veces, es signo de no haber profundizado demasiado en cada caso o existir ciertos intereses para que se expandan y difundan tendencias de lo que se pretenda normalizar). Además, esas luchas por esos recursos, servicios o herramientas necesarias para esa igualdad, que puedan adquirirse dentro de un sentido común y una humanidad para que no resulten ser existentes pero inaccesibles para la mayoría de dicho colectivo.

Asistente personal

¿Por qué es una figura importante para la independencia de los discapacitados? Muy sencillo, la gran mayoría de las personas con diversidad funcional han sido obligadas a adaptarse y limitarse a una dependencia diaria para tareas básicas de sus familiares o, en su defecto, personas contratadas contando con que se tenga tal posibilidad.

Cuando esto se convierte en forma de vida, tanto los ayudadores como la persona ayudada, por situaciones del día a día y por hacerse mutuamente los días más amenos, renuncian a ciertos derechos o libertades que todo el mundo requiere para una vida plena.

Con un asistente personal, el simple hecho de que el ayudador sea una persona con la que repartir ciertas tareas con el papel ya marcado de su labor, proporcionará tanto un descanso al ayudador habitual como una libertad de toma de decisiones, un ritmo de vida personalizado acorde a la personalidad y necesidades del ayudado y, sobre todo, un todo que derivará un incremento notable en la calidad de vida tanto de las personas ayudadas como de los ayudadores.

Así pues, dependiendo de la discapacidad, podrá ser para muchos del colectivo un empujón más y de gran peso para coger las riendas de su vida y arriesgar a independizarse de la zona de confort que supone lo ya conocido. Porque es muy importante destacar e insistir en que muchos discapacitados no dan el paso de independizarse no por imposibilidad por ser dependientes, sino por la falta de información y recursos requeridos que aporten esa seguridad mínima de que fuera de lo ya conocido se vaya a estar bien. Que todo se reduzca a esa sensación lógica de inseguridad que todo el mundo siente al independizarse sin que, además, existan factores de inseguridad de salud o derivados de posibles carencias que sean absolutamente necesarias para llevar a cabo esa independencia de forma saludable.