El ser humano parece poseer la tendencia de simplificar. Lo que no capta es que, derivado de esa comodidad mental, construye valores y pensamientos inconscientes que le encaminan a ser una especie limitada por sí misma. Para más inri, utiliza este sistema para contentar al ego comparando una opción frente a la otra y, en muchos casos, difundiéndose una preferencia social desequilibrada e injusta. Por ejemplo, usemos el tema por excelencia: la sexualidad.
Mentalidad dualista extendida
Qué mal difundido se encuentra el asunto entre cotilleo y cotilleo de sábanas (o de duchas, encimeras, sofás, discotecas, restaurantes, locales, etc).
Y es que ya empezamos a errar desde lo básico, la anatomía humana. ¿Cómo vamos a saber cómo sienten al detalle su sexualidad las personas que nos rozan -o nuestra propia pareja, que es lo que importa ¿verdad?-, si crecemos con la idea férrea de que los hombres tienen un pene y dos testículos y la mujer el clítoris y cuatro labios vaginales? No sólo existen hombres con dos penes (difalia) y mujeres con doble vagina (didelfo), sino que existe un abanico muy amplio de diferentes manifestaciones en genitales combinando funciones morfológicas y reproductivas de ambas partes. Todas las personas que lo presentan se engloban dentro de la intersexualidad (vaya, ya no podemos limitarnos a las referencias dualistas en la anatomía humana).
¡Ah, lo olvidaba! Por si alguien aún se aferra a la mentalidad extendida: científicamente no sólo existen personas con cromosomas XX y XY, sino que también las hay con cromosomas XXY y X0.
¿Por qué no proseguir con la identidad sexual? Anteriormente he asignado las palabras 'hombre' y 'mujer' para clarificar conceptos anatómicos.
Pero esto no es tampoco así de simple. Si estamos equivocados en lo más visible y palpable, cómo no estarlo en lo abstracto e interno. Y no, tampoco es tan sencillo como aceptar que hay personas con cuerpo de mujer que se identifican (y lo que es más importante, SE SIENTEN) como hombres y viceversa, ¡qué va, hay mucho más que este dualismo!
Existen personas que se identifican de forma simultánea en ambos géneros (personas bigénero); otras que, en su interior, se alterna la asignación hacia un género u otro (personas de género fluido); otras que, por qué no, se sienten tan sólo algo identificadas con uno de los géneros (personas demigénero); incluso las hay que no se sienten ni pertenecientes a un género, ni al otro (personas agénero); por existir, existen de forma natural personas que no sólo no se identifican con uno de los dos géneros, sino que no se sienten siquiera como género (personas del tercer sexo).
Culminemos con la orientación sexual. Ya no es cuestión de diferenciar entre heterosexualidad y homosexualidad (hemos dicho que repelemos ser dualistas).
Es bien conocida la bisexualidad, las personas que sienten atracción por ambos sexos. Pero sí, intuyes bien, no se queda ahí la cosa. Porque está la pansexualidad, personas que sienten atracción por otras personas independientemente de sus sexos y géneros; la asexualidad, personas que no sienten siquiera deseo sexual (no confundir con que no puedan enamorarse, un poquito de sentido común). Para mayor complejidad, todo esto puede ser variable a lo largo de la vida de una persona en cuanto a tendencias e intensidades.
Recordemos que he cogido el ejemplo de la sexualidad para el desarrollo de este artículo. No obstante, el ser humano tiende a ser dualista en cuanto se empieza a formar un ovillo neuronal respecto a cualquier campo que conlleve un esfuerzo mental.
Nuestra especie no es consciente que, en cuanto reducimos las posibilidades a dos opciones estamos huyendo de la aceptación de nuestro mayor logro para la supervivencia: la enorme y hermosa diversidad humana.