El pasado 2 de abril fue el Día Mundial del Autismo y, cada día, tenemos nuevos adelantos sobre este espectro. Entre otros, la presencia de un perro, adiestrado, en la vida de un niño autista, puede tener muchos beneficios para él y su entorno:
-Se reducen las posibilidades de fuga y de evitar problemas. Los perros suelen estar atados a la cintura del niño, lo que hace que, en caso de este quiera salir huyendo, la fuga será bastante díficil. De esta manera, tendrá que aprender a vivir con este "problema".
-Las conductas estereotipadas se van a reducir.
Los niños que sufren autismo, es muy normal, que sufran conductas como son el balanceo, el aleteo de las manos o los ruidos. Los psicólogos señalan que son muy difíciles de deshacer, ya que, suelen ir relacionadas, directamente, con el autismo. Pero, las terapias con perros han sido capaces de reducir dichos comportamientos y facilitar al niño una vida mejor.
-Más tolerancia ante la frustración. Es uno de los puntos más positivos de este tipo de terapias. El niño, al no poder escapar, ya que tiene al perro atado a su cintura, no puede escapar; y tiene que hacer frente a una situación que, lo más seguro, no le gusta. Así, aumenta su tolerancia frente la frustración.
-Más contacto ocular y físico.
La relación entre el niño y el perro se fortalece, cada vez más. Por esa razón, los niños suelen acariciarles, mirarles a los ojos o hablarles. Así, se inicia mejor el contacto con otras personas y se rompe el aislamiento.
-Quieren aprender y descubrir nuevos entornos. Cuando el perro se va ganando la confianza del niño, provoca que este quiera aprender cosas nuevas: cruzar la calle, andar por aceras diferentes...
El niño tendrá más seguridad en sí mismo, cada día, y será capaz de adaptarse a nuevos retos, nuevos ambientes.
-Tendrá menos ansiedad y menos estrés. El simple hecho de acariciar al animal o de peinarle, hará que el niño se sienta mejor, no sufrirá tantas rabietas.
En resumen, un perro puede ser el mejor compañero, para un niño que sufre autismo, sin duda.