El Padre Ángel es, además de un humanista incansable, un hacedor de sueños. Idea un proyecto y de alguna manera, ese plan se vuelve realidad. Así lo hizo con la iglesia de San Antón y un casi imposible abierto 24 horas. Hace tres años, el sacerdote llevó un concepto comercial a lo espiritual, para dar abrigo, techo y comida a quienes lo necesitaran.

Entonces algo que parecía irreal se transformó en la casa de cientos de personas que a diario recurren al templo de la calle Hortaleza porque saben que allí encuentran vida.

A la par que mantenía abierta su iglesia, el Padre Ángel viajaba para ayudar a los refugiados y mantenía su fundación y todas las aristas que de esta se desprenden.

A finales de noviembre, el Padre y su gente abrieron las puertas de un nuevo proyecto, el restaurant Robin Hood. Un bar típicamente español, que sirve desayunos y almuerzos económicos. A las 17 horas, cierra esa cocina y abre la solidaridad. Un público exclusivo se prepara para entrar, algunas personas se conocen, otras se ven allí por primera vez. Probablemente vuelvan a encontrarse la noche siguiente y las posteriores. Desde las 20 horas en Robin Hood se da de cenar a quienes no pueden hacerlo, ni en su propia casa. Es un nuevo emprendimiento que el Padre y sus valiosos colaboradores busca anticipar al marketing.

Las personas que cenan en Robin Hood, lo hacen en las mismas condiciones que las que pagan.

Con vajilla de porcelana, vasos de cristal, manteles y servilletas de tela, con camarero y cocineros de nivel.

Manuel es el encargado del bar, tiene las mismas ganas de atender a los comensales que abonan, como a un hombre que, soplándose las manos para calentarlas, le pide ir al baño.

-Entra y pasa todas veces que quieras y lo necesites, ni me expliques que hace frio – le dice Manuel al señor que acaba de dejar su puesto en la esquina donde pide limosna.

Hace mucho frio esta mañana en Madrid, pero más allá de eso, Manuel intenta explicarle que Robin Hood se ha abierto para él y todos los que lo necesiten.

Desde que comenzó a dedicarse a los demás, el sacerdote profesa una máxima. Que la solidaridad no sea un dejo de atención, sino compartir con el prójimo. Él ha encontrado una cantidad de posibilidades para que nadie se quede sin hacerlo y en ese compartir, uno que da encuentra y recibe, más incluso, que a la persona que se está ayudando.

En Robin Hood, los niños corretean sin nadie que les reproche. El menú diario es de 11 € y el de los fines de semana y festivos, ronda los 20 €. El dinero ganado se destina para pagar las cenas, al personal y todo lo necesario para mantener el espacio funcionando. Abre de lunes a lunes, con Manuel al frente del negocio que cuenta con 12 mesas y capacidad para cerca de 50 comensales. Lejos de lo que podría esperarse de un espacio gestionado por un sacerdote, en el lugar no hay prácticamente figuras religiosas, apenas una imagen de la Virgen.

Este Robin Hood ubicado muy cerca de la Glorieta de Bilbao en Madrid, exactamente en la calle Eguilaz, 7, será el primero de muchos, según cuenta el Padre Ángel. Abocado de lleno a terminar con la pobreza y el sufrimiento de la gente sin hogar.