Dos años que parecen muchos más, pero durante ellos han pasado cientos de cosas terribles. Los atentados suicidas o sin suicidas de Estado Islámico, el sucesor de Al Qaeda, en Europa, se han multiplicado como setas: Paris (dos veces), Niza, Saint-Étienne, Berlín, Bruselas, Turquía…

Pero el que abrió la veda de esta sinrazón fue el del 7 enero 2015 en la redacción parisina de la revista satírica Charlie Hebdo, con un asalto, masacre y huida de sus asesinos como en una película de acción. Los asesinos fueron localizados y muertos por la Policía días después.

Una gran manifestación en Paris, en apoyo de la libertad de expresión que quiere aniquilar esa gente, con asistencia de líderes políticos mundiales, elevó el nombre de la revista a la categoría de mito y el hashtag #JeSuisCharlie se hizo mundialmente viral. Desde entonces, se usa cuando hay nuevos atentados, y se cambia la última palabra por la ciudad afectada.

Charlie Hebdo ha continuado, aunque con precauciones y con su nueva redacción llevada con un secretismo de película de espías, con su humor irreverente y sin concesiones. Eso sí, se ha jugado más de una vez perder el prestigio que había ganado con la sangre de sus colaboradores muertos, al no acertar, o ser demasiado arriesgado, en chistes como los del niño sirio ahogado en una playa turca o los de los muertos en los terremotos de Italia.

Con estos dos tropiezos, se ve cómo ha evolucionado la sociedad en el tipo de humor que puede gustar a la gente, ya que en ciertos temas, Charlie Hebdo parece fracasar o elegir el camino equivocado.

Y eso, aunque sigue habiendo mucha gente que admira la valentía de la revista para abordar temas que nadie osaría hacerlo, le ha pasado por que muchas veces quiere hacerlo en términos que parecen deshumanizados.

Y ello no quiere decir que la gente deje de apoyar su libertad de expresión. Simplemente es que quieren ser tan políticamente incorrectos, que incluso en el tema de Jacqueline Sauvage, la mujer maltratada que mató a su marido después de 47 años de malos tratos inhumanos, presentándola como si fuera a cazar patos con la escopeta, se arriesgan a parecer que, más que apoyarla, dan la razón al difunto maltratador.

El humor siempre es incómodo para los poderosos. Incluso para ciertos países, véase lo que comentamos muchas veces en este medio, como el humorista alemán que satirizó al integrista Presidente turco Erdogan y él montó una campaña en su contra, o el mítico programa francés “Les Guignols de l’Info” satirizando a los deportistas españoles y recibiendo ataques desmesurados e histéricos en su contra (algo que en su momento asustó a Laurent Blanc, entonces Seleccionador de fútbol francés, que llegó a decir: “Estos días es muy peligroso hablar en francés en España”).

Por no hablar de algunas quejas contra otro programa mítico, el “Polònia” de TV3, que ha recibido ataques de algunos políticos a los que satiriza, aunque lo más curioso es que la queja llegó de allegados suyos que antes se hacían fotos orgullosos con los imitadores del programa.

Pero Charlie Hebdo seguirá en su estilo, y ya lo ha demostrado en una de sus últimas portadas, con dos muñecos salidos de unas cajas de regalo de Navidad, con las caras de Donald Trump y Vladimir Putin, calificándolos de “Regalos de mierda” (sic) para este año 2017.