Hoy, con el comienzo del noveno mes del calendario lunar islámico, se inicia el "mes sagrado" del Ramadán. Este período reviste gran importancia para los musulmanes porque, según la tradición islámica, en el Ramadán Dios reveló el Corán. Durante este mes sagrado los musulmanes deben practicar el ayuno, práctica que es uno de los cinco pilares del Islam y que consiste en abstenerse de comer, beber, mantener relaciones sexuales... desde el alba hasta la puesta de sol.

Quién debe ayunar

Todo musulmán sano debe ayunar desde la pubertad, pero se establecen algunas excepciones a esta exigencia: es el caso de los niños, los enfermos que no estén en condiciones de soportar el ayuno, los ancianos cuya salud pueda peligrar a causa del ayuno, las mujeres con la menstruación o embarazadas y los viajeros si las circunstancias se lo impiden.

La comida del Ramadán

Tras el ocaso, llega el momento de romper el ayuno y en esta comida se suele ingerir un plato conocido como harira, una sopa que se acompaña de ciruelas pasas, dátiles y la subbakkia. También son habituales durante el Ramadán: la ensalada de berenjenas, el guiso de pollo con pasas, sésamo tostado y almendras fritas, el tabule, y el cordero. Para beber, es habitual tomar agua, café y té.

Estas comidas se complementan con postres y dulces, elaborados a base de piñones, almendras, dátiles y miel. Un postre popular es el qatayef, unas tortas hechas con masa de levadura, harina, agua y leche. Antes de comenzar de nuevo con el ayuno, a las cuatro de la mañana, es el momento de otra comida a base de leche, dátiles, fruta, agua y té.

Las enseñanzas y beneficios del ayuno

Para los musulmanes, el ayuno del Ramadán es una práctica de adoración y purificación, pero también conlleva beneficios, ventajas y enseñanzas en otros ámbitos.

Por una lado, supone un acercamiento entre pobres y ricos, ya que, al sufrir hambre y sed el que no está habituado a ello, puede experimentar y comprender los sufrimientos del pobre y sentirse generoso hacia quienes los padecen con frecuencia.

El ayuno supone también una enseñanza moral y espiritual, de alejarse de los pecados y abrazar las virtudes, que cultiva el auto control, la disciplina y la rectitud moral. Sus practicantes afirman, además, que el ayuno es beneficioso para la salud, pues contribuye a depurar el aparato digestivo de las toxinas acumuladas y a controlar el peso.