En esencia, la Espiritualidad es saber cómo vivir. Ese conocimiento nos da la felicidad; y para experimentar una vida feliz basta con unas relaciones personales satisfactorias y un sentido de propósito. La felicidad o la ausencia de ella no obedece a causas externas sino que proviene del interior. Así, el bienestar material no brinda felicidad, ni tampoco desdicha.
¿Qué es la espiritualidad?
No se refiere más que a vivir con actitud positiva y en armonía junto con los demás seres de este mundo. Se trata de apartar de nuestras vidas aquellas personas tóxicas que contraen estrés, preocupaciones y malos pensamientos; muchos de ellos hasta fatalistas. La verdadera espiritualidad no se trata de un culto o ritual, sino de un estilo de vida sano y a su vez placentera.
Existen muchos de nosotros que piensan y creen que hay una felicidad absoluta como si fuese una meta, que con el pasar del tiempo se hayan frustrados, decepcionados y se hacen llamar fracasado por el simple hecho de no "alcanzarla".
No existe tal cosa. La felicidad se conforma de todos esos pequeños momentos que suceden a diario pero que muchas veces no les prestamos atención y los volvemos insignificantes.
En la actualidad pareciera que a cada paso que damos hay crisis, contratiempos y situaciones insolubles pero con la exploración de nuestro yo interno procuraríamos tener más entendimiento y éste nos daría capacidad para crear la vida que mayormente queremos vivir.
¿Cómo influye la espiritualidad en el equilibrio?
La espiritualidad no se alcanza con cantos, rituales o técnicas. Crecer espiritualmente es aprender a conservar el equilibrio; éste nos permite ser sensatos, mantener el contacto con la realidad y aprender a evitar los extremos, que dividen y separan.
Quien tiene conciencia de la espiritualidad comprende que los incontables hilos que recorren todo este universo son necesarios, pues son ellos los que, entretejidos, conforman el maravilloso tapiz de la existencia. Equilibrio es lo que mantiene estos hilos en armonía y paz.
Con el modernismo de hoy en día resulta difícil conservar el equilibrio, basta una sola palabra o pensamiento negativo para perder el mismo. Cada paso que damos por la cuerda floja de la vida requiere de precisión y equilibrio para llegar con éxito al otro lado. Basta dar un paso en falso para venirnos abajo; es decir, basta con tener un exceso de cualquiera de las virtudes que poseamos para perder el equilibrio.
Incluso las cosas positivas precisan de equilibrio.
Cuando entra en acción cualquier virtud, ésta cobra valor; pero para mantener el equilibrio se necesita cierto grado de desapego, ya que si una virtud es llevada al extremo puede convertirse en algo negativo. El apego, o querer algo con demasía, destruyen todo lo bueno e incluso acabamos por vernos dominados por el ego, y perdemos gradualmente la pureza original.