Después del sorprendente adiós en el penúltimo episodio de la segunda temporada de “Merlí” de su hijo Bruno (David Solans) para irse a Roma con su nuevo amor y la abrupta muerte de la maestra Coralina en el último, el lunes empezó en TV3 la tercera y última temporada de la serie.
Con un mejor horario, como exigían los fans, a las diez de la noche, en vez de a las once menos veinte, y se suspende hasta enero, por lo tanto, el programa de humor deportivo “Crackòvia”. Luego se emitió “Merlinari”, donde hay un debate sobre el capítulo emitido y reportajes.
Para acabar, reposición de un capítulo antiguo.
La cosa fue muy bien, un 17 % de share y nuevamente la aceptación unánime de sus fans, que traspasa fronteras, sin importar la barrera del idioma.
Pero ha sorprendido una parte de la trama, que no sabemos si será tónica general durante los capítulos restantes hasta su final definitivo antes de Navidad: en una escena hecha en montaje paralelo, varios personajes se liaban en una sesión de sexo loco. Sin mostrar demasiado, eso sí, pero con unos diálogos atrevidos y plenos de humor.
Unos eran Eugeni (Pere Ponce) y Mireia. Los otros, Merlí (Francesc Orella) y Silvana (Carlota Oncina), nuevo personaje, una maestra con una manera de ser que trastocará la vida de los demás, como Oksana o la difunta Coralina en la segunda temporada.
Como es habitual cuando Eugeni tiene sexo con alguna, la cosa se convierte en una parodia en sí misma, con su absoluta torpeza en estos menesteres. Merlí iba mejor, pero en ambas escenas, eran las mujeres quienes llevaban la iniciativa. Algo que sorprendió a la crítica televisiva Mònica Planas, habitualmente poco contenta con la tendencia de “Merlí” a dejar a los personajes femeninos siempre en segundo plano y en plan pasivo.
El filósofo del día era Walter Benjamin, cuyas frases importantes, como era habitual, se usaban como ejemplo de varias partes de la trama. Pero aparte los escarceos amorosos (que costaron que Gina –Marta Marco–, al sospechar que Silvana se había liado con Merlí, rompiera violentamente con el profesor al final del capítulo), había otras dos subtramas.
Una era que Pol (Carlos Cuevas), cuyo hogar sigue siendo un caos y más pobre que el de una familia de Calcuta, intenta conseguir desesperadamente un dinerillo, y sólo lo encuentra vendiendo droga, algo que horroriza a su hermano Óscar. Por supuesto, el padre (Boi Ruíz) no sabe nada y sigue en su permanente mal humor de anciano amargado.
Y la otra es que Marc (Adrian Grösser) no aguanta nada bien que su padre, que estaba separado de su madre, haya vuelto al hogar familiar. Pese a que su hermano menor está contento con que haya vuelto, Marc llega a enfadarse con el padre, tanto que éste decide marcharse. Al ver que la madre y el hermano no le secundan, decide exigirle que se quede, “pero que no creas que nos llevaremos bien”, advirtió.
Tània (Elisabet Casanovas) tendrá por fin amores mejores que los que ha tenido. Veremos.
También se ha ido de la serie la Calduch (Ana Maria Barbany), la madre de Merlí, ahora de gira teatral por toda España, pero vuelve para meter una de sus sarcásticas y humorísticamente despiadadas frases habituales, al más puro estilo de la Sofia Petrillo de “Las chicas de oro”, que van muy bien con la turbulenta actualidad política catalana y española del momento: “Demasiado catalana para gustar en Madrid, demasiado española para gustar en Cataluña. Eso sí, en Madrid me hago pasar por ‘indepe’ para joderlos”.