La verdad que la cosa tampoco prometía. Si nos lo hubieran dicho hace quince años todo sería distinto, cuando Woody estaba en plena forma. Entonces tendríamos las expectativas muy altas, pero la realidad es que los 81 años del cineasta neoyorkino le pesan una barbaridad.
Hay quien dice que los directores al pasar de los 70, hacen pocas cosas interesantes (conviene revisar lo que ha hecho estos días Lynch con Twin Peaks para cargarnos esta teoría), pero en el caso de Woody Allen o Clint Eastwood es casi de manual. Hace ya mucho tiempo que Allen no nos ofrece una versión decente para el Cine que esté mínimamente a la altura de las posibilidades del director.
Si repasamos la filmografía de sus últimos diez años, solo se salvaría "Si la cosa funciona" donde sacó a relucir toda su mala leche acumulada con respecto a las relaciones de pareja. Hay gente que dirá que "Medianoche en París" se podría incluir también, sin embargo bajo mi criterio esta película es una versión edulcorada de su cine, que repite chistes, y va a lo fácil, que resultó muy agradable para el espectador medio y poco familiarizado con su cine, pero bastante alejado de su calidad habitual.
Parte del problema reside en que Woody está empeñado en dirigir una película por año, hecho por una parte bastante loable, ya que en vez de acomodarse intenta ofrecer algo siempre al espectador. La cuestión es que ni siquiera un genio puede presentar algo sublime con tan poco tiempo.
Aunque en su día fue capaz, logró encadenar seguidas desde 1977 hasta 1979 Annie Hall, Interiores y Manhattan, para luego vivir otra gran racha creativa del 82 al 87 con Zelig, Broadway Danny Rose, La rosa púrpura del Cairo, Hannah y sus hermanas y Días de radio. Pero hasta un creador tan genial como él, puede resentirse y quedarse lejos de esos días de gloria.
Crisis en seis actos, es un resumen de todos los defectos que lleva arrastrando los últimos años. Para empezar, nada interesante que contar. Si por algo se ha distinguido el cineasta es por crear esas comedias en apariencia sencillas pero que profundizan tremendamente y dejan un gusto amargo. En este caso, la trama no ofrece nada interesante.
Trata sobre una familia acomodada formada por Woody y Elaine May, en la Nueva York de finales de los 60' que acoge por casualidad a una fugitiva de la justicia quién de paso es una activista política antibelicista interpretada por Miley Cyrus. A parte de la poca credibilidad que ofrece esta última en su interpretación, ni dos interpretes como el propio director ni otra realizadora/actriz como Elaine May logran salvar nada. Principalmente porque la historia es floja y donde no se puede hacer una película de noventa minutos (la duración es algo que agradecemos mucho de su cine), se amplia a tres horas con sus correspondientes seis capítulos donde la desidia de su director hace que cada segundo se convierta en soporífero.
Los chistes son viejos, y aunque el que tuvo retuvo y no se puede negar que alguno tiene cierta gracia, los explota hasta el límite y dejan de tenerla. La historia es carente de interés y da la impresión de que Woody no quería hacer la serie, como parece que tampoco tenga ganas de hacer sus últimos films, porque todo es viejo y oxidado. Tengo un amigo que dice que más que una serie dirigida por Woody Allen parece la serie hecha por un fan de Woody Allen, y no le falta razón ya que hay que contemplarla con mucho cariño y nostalgia por alguien que fue muy grande en su día, para que a uno le guste un poco.
La fotografía de Eigil Bryld tampoco ayuda, ya que es tan digital y tan televisiva que no hacen creer ni por asomo que nos encontremos en los años 60', aparte que no favorece al universo visual de Allen, quién aunque no lo parezca cuida mucho la iluminación y sino no hubiera tenido a directores de fotografía tan importantes como Gordon Willis, Carlo Di Palma o Sven Nykvist.
Lejos de amilanarse y de romper su ritmo de peli por año, para el otoño como es costumbre, presenta nuevo largometraje que se llamará Wonder Wheel y que tendrá como interpretes a Kate Winslet, Justin Timberlake o su últimamente habitual Max Casella en un drama ambientado en los años 50. Ojalá me contradiga y haga una obra digna y a su altura, pero me temo que seguirá en su tónica habitual de los últimos tiempos.
Necesitamos a nuestros genios , y está claro que con lo que ha hecho Woody Allen hay que estarle tremendamente agradecido, pero quizás debería tomarse su tiempo y abandonar el cine. O menos drástico, que haga una película cada tres o cuatro años.