En tiempos en los que los espectadores están absortos por Series como Juego de Tronos o Narcos donde la linealidad, lo convencional y lo explicativo está a la luz del día, la tercera temporada de Twin Peaks es como un OVNI que ha llegado a las pantallas de los televidentes.

Twin Peaks os decepcionará

Eso era lo que rezaban en varias crónicas diversos críticos y entendidos agoreros antes de poder ver la serie. Y cierto es que lo ha hecho a aquellos que están demasiado acostumbrados a los que les den masticado todo lo que ven. O a aquellos que no saben a lo que se enfrentan cuando ven algo dirigido por David Lynch, empeñados en racionalizar todo, pensando que tal cosa es posible y menos viniendo del probablemente director más importante e influyente de los últimos treinta años.

Famosos críticos abandonaron esta tercera temporada con el pueril razonamiento de que Lynch ya no estaba en la narrativa convencional. Y bien, ¿ha de ser todo convencional?

Todo esto recuerda a la canción ochentena del grupo Colonia Jardín llamada Dame Calidad, que precisamente ironiza con lo que desde ciertos estamentos se entiende por "calidad". Un ejemplo es la película ganadora del Óscar (tras la famosa polémica) Moonlight, la que probablemente premian por su corrección política actual al poner por primera vez un personaje protagonista "bueno" que es homosexual y afroamericano, algo inédito para la gran industria y más ahora en la era Trump.

Da la sensación de que el que se arriesgue, cuente las cosas desde otro punto de vista y se atreva a hacer pensar o reflexionar al espectador, parece que está mal visto.

Malos tiempos para la lírica.

Lo que ha sido esta tercera temporada

Ha estado muy alejado de la estética original de la serie, lo que es lógico tras veinticinco años y la propia evolución de su autor. Aquella serie extraña y misteriosa, pero cálida y accesible a quién no tuviera la mente demasiado cerrada, ha evolucionado en un producto de una gran frialdad, una lentitud necesaria y unos riesgos tremendos para los tiempos que corren.

Lynch es un director que siempre ha hecho lo que le ha dado la gana y eso es lo que ha conseguido de la cadena Showtime, algo que no pudo hacer en 1990 con la ABC por la que el bueno de David terminó muy decepcionado haciendo la genial y enigmática Twin Peaks: Fuego Camina Conmigo, que fue muy criticada a pesar de ser considerada hoy una gran obra de culto.

Ha triplicado a su protagonista Dale Cooper (un genial Kyle MacLachlan que cada vez es mejor actor), como Cooper/BOB, su reverso tenebroso y cruel al que casi se le coge cierta simpatía; Dougie Jones, ese ser tontorrón que al principio nos llega a desesperar y termina siendo entrañable, protagonizando momentos terriblemente cómicos y por supuesto el mismísimo Agente Especial Dale Cooper quien resucita en el momento más adecuado con los acordes del tema mítico compuesto por Angelo Badalamenti.

Ha resucitado a Laura Palmer de la mejor manera posible, en su extraña y genial coherencia. Y se ha acordado aunque más secundariamente de personajes secundarios como Ben y Jerry Horne, Bobby, Andy, Lucy, Hawke, Norma, Shelley, Audrey, Mike, Nadine, el Dr.

Jacoby, Ed, James, etc. Las tramas principales son de Cooper en su triple faceta, las investigaciones de la Rosa Azul, ese enigmático grupo dentro del FBI, comandado por Gordon Cole, interpretado por el mismísimo David Lynch (probablemente el segundo mejor actor de la serie tras MacLachlan), con su inseparable Albert y el descubrimiento de aquella enigmática Diane, interpretada aquí por otra musa del director, Laura Dern.

Ha hecho cosas tremendas en horario prime time, increíbles de ver en televisión, como utilizar la fórmula del "videoarte" (algo ya alejado incluso del Cine más independiente) en varios capítulos sin importarle las consecuencias, largos silencios poniendo a prueba la paciencia del espectador y momentos bizarros y enigmáticos más propios de sus últimos largometrajes.

La emotiva despedida de la Dama del Leño, ha sido de los momentos más impactantes y entrañables que jamás se han visto en la pequeña o gran pantalla. El peculiar personaje interpretado por Catherine Coulson, anunciaba que fallecía en uno de los episodios finales, a su vez que la misma actriz era consciente de que le iba a ocurrir en la vida real, algo que se consumó desgraciadamente antes de empezar a emitirse esta tercera temporada.

Sin entrar en muchos detalles, el episodio final y sus últimos instantes, son una genialidad a la altura del cineasta. Ese juego entre dimensiones e identidades, que bien resumen todo lo que existe en su universo o bien es una pesadilla de la que nunca podremos escapar y a la que regresamos una y otra vez como si fuéramos personajes de La Odisea.

¿Final o hasta otra?

Parece ser que Lynch y Mark Frost (el otro guionista y creador) afirmaron que con estas 180 horas emitidas por Showtime se cerraba definitivamente Twin Peaks, sin posibilidad de retorno. Aunque parece ser que la cadena HBO tiene un gran empeño en rescatarla más adelante. No se sabe si eso tendrá algún sentido, aunque si su creador decide ponerse pone al frente, seguro que con el tiempo lo tendrá y muchos lo celebrarán.

David Lynch tiene un tremendo respeto por sus espectadores, cosa que no se puede decir de la gran mayoría de directores americanos contemporáneos. Por eso mismo le presupone inteligencia y le lanza el reto de que resuelva los enigmas que deja la serie, él solo, sin tener que repetirlo una y otra vez.

Si bien es cierto que intenta encajar las piezas del puzzle que dejó en el aire la segunda temporada, no lo hace de una forma convencional. ¿Qué es la habitación roja? ¿Por qué los personajes son controlados desde allí en lo que parece un juego dimensiones? Sinceramente, no lo se. Pero... ¿acaso importa?

Se pueden hacer múltiples especulaciones acerca de lo que ocurre o deja de ocurrir, pero el propio director es el que quiere que resolvamos las incógnitas a nuestra manera. ¿O acaso se venden los puzzles montados? Pues eso.