Un estudio realizado por Peter A. Levine demostró en 2018 que el estrés no nace en nuestra cabeza, está en el sistema nervioso. Hay una idea generalizada de que el estrés está en la cabeza y que la solución ante el mismo es no preocuparse, relajarse, ya que el estrés está en nuestra mente. Pero el estrés no es algo tan sencillo. Según una serie de investigaciones de tipo fisiológico publicadas en el medio Barcelona Alternativa, la memoria responsiva (que es la causante del estrés) estaría en el sistema nervioso, no en la mente.

Por ejemplo, la asistencia a un evento muy estresante cuando la persona se ha sentido abandonado, sin ningún tipo de esperanza, y en el que no tenía el control de la situación, se activa el SNA (Sistema Nervioso Autónomo).

Esta es la parte del sistema nervioso que se encarga de llevar el control de las acciones más inconscientes de todo el cuerpo, como puede ser respirar. Según los expertos, es la división simpática (la que se encarga de la lucha o la huida del individuo) del propio SNA la que se va a activar cuando el individuo se sienta en tensión.

El cortisol y la adrenalina, claves en la creación del estrés

El eje 'hipotaámico-pituitario-adrenal' del cerebro es el que empieza a activarse. Esto provocará que el hipotálamo vaya a enviar un mensaje hormonal a la glándula pituitaria, que se va a encargar de estimular al mismo tiempo las glándulas adrenales (las “suprarrenales”).

Para poder activar esta respuesta que puede ser de lucha o de huida (que es básica en nuestra forma de supervivencia), las hormonas del estrés como son el cortisol y la adrenalina empiezan a ser segregada por las glándulas adrenales.

Estas nos permiten movernos mucho más rápido para poder escapar de los peligros.

Según Peter A. Levine, experto del trauma dentro de la psicoterapia, el trauma tiene lugar cuando todo el proceso biológico anterior haya sido superado y el individuo se sienta abrumado, lo que hará que la persona no sea capaz de liberar y procesar todo el evento estresante.

Pero es posible evitar toda la respuesta traumática si se logra descargar la energía que se ha generado. Por ejemplo, si el individuo llora, siente escalofríos o grita va a procesar mejor el estrés.

Sin embargo, si el individuo no es capaz de procesar el estrés, esta sensación se va a mantener en los tejidos del cuerpo. Y si el individuo vuelve a vivir una situación estresante (aunque no sea una amenaza realmente seria), la memoria de tipo traumática va a volver a activarse.

Una gran cantidad de hormonas relacionadas con el estrés se van a liberar.

Entonces todo el proceso se vuelve a iniciar: la sangre va a correr por las extremidades, las pupilas empezarán a dilatarse, el tono muscular del individuo va a aumentar llegando a estar en tensión, la frecuencia de la respiración sube, el corazón va a latir mucho más deprisa, y la sudoración se inicia. El sistema nervioso va a responder como si estuviera viviendo un incidente en su vida o como si estuviera fuera del ciclo.

Esta respuesta del cuerpo no tiene nada que ver con el control de la racionalidad

En el caso del estrés crónico, desemboca en una disociación o incapacidad de moverse por parte del individuo, un estado de gran carga simpática donde hay una gran liberación hormonal que acaba perjudicándole.

La parte que se ocupa de gobernar la emoción es el tronco cerebral o encefálico (que es la parte más primitiva del cerebro).

Y, cuando el tronco cerebral acaba activándose por la respuesta de huida o de lucha, se va a imponer a la parte más racional del cerebro (la corteza prefrontal). Por tanto, si se está en el estado de lucha o huida (más primitivo) es imposible pensar de manera racional y con criterio.

Pero ¿cómo puede deshacerse el ser humano de la situación de inmovilidad? En el caso de los animales, que no tienen un cerebro racional, lo hacen sin más. Cuando el ser humano sale de esta situación de inmovilidad, lo hace asustado de su propia energía y se reprime contra sus propias emociones. Esta represión es necesaria para poder restaurar el estado normal del individuo.