No importa si están felizmente casadas ​​o son exitosas en sus carreras, muchas personas llevan una dolorosa sensación de desconexión y aislamiento. Quizás incluso tú te consideras una persona amable, simpática y abierta a conocer gente cuyas relaciones, sin embargo, terminan en un callejón sin salida. Te decimos lo que no debes hacer para evitar la temida soledad.

Criticar a los demás

Recientes investigaciones destacan la crítica hacia los demás como un factor que conduce a rupturas, junto con el desprecio y la actitud defensiva.

Un ejercicio que puedes hacer es observar de manera activa la frecuencia con la que juzgas (ya sea en voz alta o de forma silenciosa) a los demás.

Muchos de nosotros hemos crecido con tantas críticas, ya sea en casa, en la escuela o en el trabajo, que vemos normal ser juzgados. Pero es un hecho que la crítica duele, un daño que combatimos no mostrando nuestros sentimientos y deseos para protegernos a nosotros mismos. Construir ese muro para proteger nuestro ser contribuye decisivamente a nuestro aislamiento.

A medida que nos volvemos más conscientes de cuándo estamos siendo críticos, podemos sentir más vivamente los sentimientos y las necesidades no satisfechas que subyacen. Así, en lugar de atacar a nuestra pareja/amigo/compañero de trabajo con un comentario hiriente, podemos revelar nuestra soledad y quizás correr el riesgo de ser más vulnerable.

Cuando reemplazamos las críticas con una respuesta más amable y menos defensiva, es más probable que atraigamos más a nuestra pareja. Recuerda que criticar a los demás puede ser una extensión de cómo te juzgas a ti mismo. En consecuencia, ser más amable contigo mismo puede suavizar tu tendencia a criticar a los demás.

Ser demasiado perfeccionista

El perfeccionismo es a menudo impulsado por la vergüenza y el miedo. Nos mueve la idea de que si podemos ser perfectos en todo lo que decimos y hacemos, entonces nadie podrá atacarnos con críticas. Pero el problema con el perfeccionismo es que es, asumámoslo, inalcanzable, y nos desvía de la disponibilidad emocional necesaria para sentirnos conectados de verdad con los demás.

Este afán de perfeccionismo nos impide asumir riesgos para mostrar nuestro auténtico yo. Ocultamos nuestros verdaderos sentimientos, nuestras debilidades y nuestras necesidades, temerosos de que si los exponemos seríamos rechazados o humillados. Nuestra intención es protegernos del dolor; sin embargo, mantenernos ocultos aumenta nuestro aislamiento.

Cuanta más fuerza interior tengamos, más nos damos cuenta de que es natural tener defectos. Podemos aceptarnos y querernos a nosotros mismos a pesar de cómo las personas nos responden. No tenemos control sobre cómo nos perciben los demás, pero sí tenemos control sobre cómo nos vemos a nosotros mismos. Cuanto más nos sostengamos con respeto y dignidad, a pesar de nuestras lógicas deficiencias, más podremos revelarnos a las personas de una manera natural y directa.

Como resultado, hay más potencial para la conexión real y la intimidad en nuestras vidas.

Fracasar en aceptar nuestras imperfecciones puede impedirnos participar en conversaciones auténticas porque tememos fracasar o empeorar las cosas. Y en esos casos es más seguro huir al móvil o a la televisión cuando nuestra pareja quiere hablar de la relación.

Tomar conciencia de que no tenemos que ser perfectos nos facilitará hablar más abiertamente con nuestra pareja o amigos. Escuchar con un corazón sincero puede ayudarnos a sentirnos menos aislados. Pueden surgir conexiones más profundas al ofrecer el don de la escucha no defensiva.

Culpar siempre a los demás

La crítica tóxica desencadena la vergüenza tóxica.

Muchos de nosotros crecimos pensando que algo no funcionaba bien dentro de nosotros. Cuando nos convertimos en objeto de crítica, es posible que volvamos a ese niño herido que no puede hacer nada bien. La vergüenza es una emoción tan profundamente dolorosa que cuando se dispara, buscamos desesperadamente la forma de distanciarnos de ella.

La vergüenza es una forma de trauma, así que nuestro impulso es evitarla, y muchas veces lo hacemos proyectándola hacia la otra persona, culpándolos y haciéndoles sentir el dolor que nosotros no queremos sentir. Esta transferencia de vergüenza es un reflejo de cuán dolorosa es y la demostración de que haremos casi cualquier cosa para evitarla. Esta aversión a la vergüenza puede contribuir a nuestro aislamiento.

En lugar de hundirnos en la vergüenza e inundarnos de ella, podemos observarla y darle su espacio.

La soledad que puedes sentir es un mal endémico en nuestra sociedad. Si aceptas el riesgo de involucrarte con las personas, ya sea a través de tu sonrisa, tu sentido del humor, una palabra amable o compartiendo sus sentimientos, darás un paso de gigante hacia la curación de tu aislamiento. Al mismo tiempo, ofrecerás un valioso regalo a los demás: ayudarles a sentirse menos solos.