El cuidado de tu esposo y de tus hijos, el trabajo, los oficios del hogar, en fin, es fácil que en algún momento te sientas estresada y hasta desbordada. A veces lo percibes claramente (te notas alterada, tu humos cambia, te sientes ansiosa…) pero en ocasiones estos nervios no se manifiestan de forma evidente y lo que provocan son alteraciones leves en el organismo que, aunque pueden pasar inadvertidas, repercuten tu saludo e incluso favorecen el desarrollo de otras patologías.

Según muchos expertos, el ser humano ha evolucionado mucho más deprisa que su propio genoma, donde todavía está “escrito” que ante cualquier amenaza debemos estar preparados para huir o atacar.

Por ello, ante un peligro, generas hormonas que provocan cambios en el cuerpo para permitir esta reacción.

El problema es que si esta “tensión” permanece, la continua producción de hormonas “del estrés” pone en jaque tu salud y tu bienestar. De hecho, este estado de alerta mantenido es uno de los principales factores del riesgo de multitud de generaciones, tanto leves como más graves.

Cualquier cambio en tu vida puede hacerte sentir amenazada

Los psicólogos aseguran que los cambios (o la posibilidad de que ocurran) son los que ahora se perciben como mayores peligros, ya que atentan contra la calidad de vida. Así, hay experiencias que se sabe que son estresante para la mayoría de las personas, como la muerte de un ser querido, las separaciones sentimentales, los divorcios, la pérdida del poder adquisitivo, la enfermedad de uno de tus hijos, la falta de amor, etc.

También sucede que puedes estar alterada incluso si crees no tener razones para estarlo. La cantidad de estrés que una persona puede tolerar antes de que su organismo reaccione generando hormonas puede ser muy variable. Incluso se ha calculado que un 10% de la población sufre de demasiado estrés diariamente con estímulos que al resto de la población no le afectaría en absoluto.

Así que aunque te digan que no tienes motivar para estar estresada, puede ser que en realidad si lo estés pero sin ser totalmente consciente de ello.

Descubre si tu organismo se está resintiendo (y de qué manera)

Es necesario que te auto estudies y así logres saber exactamente si estas sufriendo de un grave estrés y de qué manera te está afectando tu bienestar en general y sobretodo, tu salud en sí.

Muchas veces cuando te cuesta perder peso es por culpa de la ansiedad (un caso muy visto), es decir, que el estrés si “te engorda” ya que almacenas más grasa en tu cuerpo sobre todo en las caderas, el abdomen y la cintura. Es por esto, que cuando pasas por una situación de estrés, te sientes hinchada.

Pasas que cuando estas nerviosas, recurres con facilidad a la comida rápida y tomas menos porciones de frutas, verduras y agua; todos estos factores hacen que se reduzca el aporte sanguíneo al tracto intestinal y así se produzca estreñimiento.

Así que enfócate en poner en marcha un plan que te propongas para relajar tu cuerpo y proteger tu salud del peligroso estrés.