La revista científica Nature Electronics se hace eco estos días de la novedosa investigación que están realizando las universidades australianas de Monash y el RMIT de Melbourne. El ensayo está siendo liderado por el gastroenterólogo Peter Gibson, especializado en la enfermedad de Crohn y sus incipientes conclusiones son más que prometedoras.

¿En qué consiste el experimento?

6 voluntarios sanos llevan varios meses probando una Píldora electrónica comestible capaz de medir las concentraciones de ciertos gases en su sistema digestivo.

La cápsula mide 2,6 centímetros de largo y 1 de ancho.

Su interior alberga una batería, un transmisor de radiofrecuencia, un ordenador, antenas y varios sensores de gases y de temperatura. Una vez ingerida y en contacto con el medio digestivo emite datos cada 5 minutos que son recopilados en un receptor del tamaño de un móvil. A través de una aplicación se procesa y analiza, mediante gráficos, la información recabada.

El propósito del estudio es analizar el comportamiento de los millones de microorganismos que habitan en los intestinos. De hecho, ya se ha comprobado que los porcentajes de oxígeno, hidrógeno y dióxido de carbono varían en función de qué alimentos son los consumidos.

El hidrógeno y el dióxido de carbono están vinculados al estadio de fermentación de los alimentos durante la digestión, mientras que el oxígeno aumenta o disminuye dependiendo de cuál sea su localización en los intestinos.

El horizonte de posibilidades que se vislumbra a partir de estos hallazgos es de lo más esperanzador, ya que facilitará la Diagnosis de las enfermedades digestivas como alternativa más cómoda a las colonoscopias, gastroscopias o pruebas de intolerancia.

Lo mismo ocurre con las dietas para intolerantes o para aquellos que pretenden bajar de peso.

La píldora es capaz de arrojar resultados con un 99,9% de fiabilidad sobre lo que le conviene comer a cada persona. Diseñar alimentos funcionales, ajustados al milímetro a los requerimientos nutricionales de cada cual, será una realidad una vez normalizado el uso de esta cápsula.

La otra píldora

Desde hace un año, en EE.UU los enfermos de esquizofrenia, trastorno bipolar y manía aguda están utilizando el aripiprazol mediante una píldora electrónica.

Al entrar en contacto con los ácidos del estómago emite una señal eléctrica al receptor, situado en el tórax del paciente, y va liberando la dosis medicamentosa correspondiente.

Es una manera, muy sencilla pero efectiva, de asegurar la administración del fármaco en el momento oportuno en un perfil de paciente que tiende a abandonar el tratamiento. Una vez concluida la tarea, esta píldora compuesta por silicio, cobre y magnesio acaba disolviéndose, sin riesgo para la salud del paciente.

Nunca fue tan evidente la conveniencia de la tecnología a nuestro servicio, ¿no crees?