Como producto de una sociedad que fomenta cada vez más la estética y el culto al cuerpo, nos vemos inmersos en un caldo de cultivo óptimo para el desarrollo de nuevas psicopatologías como la vigorexia, también llamada dismorfia muscular.

¿Por qué y a quiénes afecta?

Aunque, en mayor o menor medida, nos vemos expuestos al mismo bombardeo publicitario, las mismas exigencias en cuanto a cánones de belleza y estereotipos que son sinónimo de éxito y poder por su apariencia física, es cierto que no todo el mundo presenta la misma vulnerabilidad ante dichos estímulos.

Personalidades más obsesivas y perfeccionistas serán más susceptibles de desarrollar este trastorno, al igual que aquellas que hayan sufrido críticas en relación al físico que hayan propiciado una baja autoestima.

Su prevalencia se estima entre el 6 y el 10% de los usuarios habituales de gimnasio, siendo mucho más predominante en hombres entre los 18 y los 35 años. Es considerada como un trastorno dismórfico corporal puesto que, los afectados, alegan encontrar su cuerpo enclenque, delgado y débil aun cuando cuentan con niveles de masa muscular muy por encima del promedio.

Algunos de los síntomas y consecuencias

  • Preocupación excesiva por el volumen y la definición de la musculatura corporal
  • Adhesión incondicional a la rutina de ejercicio abandonando otras actividades que antes resultaban gratificantes
  • Ansiedad ante situaciones en las que la persona tiene que exponerse o exhibirse físicamente (playas, piscinas, vestuarios) por miedo a “no estar a la altura”
  • Dieta compuesta por alimentos ricos en proteínas y complejos proteicos
  • Consumo de sustancias que llevan a incrementar el rendimiento (proteínas, esteroides, anabolizantes) pasando por alto los efectos nocivos para la salud que puedan producir.
  • Alteraciones del estado del ánimo: cuadros depresivos y cambios en el humor.
  • Pensamientos obsesivos y fuertes sentimientos de culpa cuando no se han alcanzado los objetivos previstos o se ha faltado puntualmente al entrenamiento.

Entre las consecuencias del mantenimiento de este trastorno se han considerado deformaciones en los huesos y tejidos musculares, alteraciones del metabolismo, desnutrición, aislamiento social y depresión, endurecimiento y estrechamiento arterial (siendo propensos a problemas cardiovasculares por problemas en la circulación sanguínea), lesiones del hígado e impotencia sexual.

Como dijo (B.Gautama): "Cuidemos el interior tanto como el exterior porque todo es uno".