Tras una serie interminable de errores, retrasos, vueltas a empezar, decepciones, revisiones del proyecto, pérdida de horas de trabajo, atrasos provocados por la pandemia de coronavirus y tremendos sobrecostes que en conjunto pusieron el proyecto al borde de la cancelación. España botará su nueva clase de submarinos, S-80, el próximo jueves 22 de abril cuando en la Base de Cartagena el primero de su serie, el S-81 "Isaac Peral", sea puesto a flote en puerto.
Esta botadura tendrá lugar en los muelles que la empresa Navantia tiene en la base naval y será presidida por el Rey Felipe VI, y supondrá un hito en la historia naval e industrial española pues significa que España es de las pocas naciones del mundo que puede diseñar y construir su propio modelo de submarino.
Hasta ahora todos los modelos botados por España eran modelos franceses (clases Agosta, Daphne, Scorpene) que aunque fabricados en los astilleros de Cartagena se construían con ayuda y soporte de la industria francesa.
La botadura al fin se llevará a cabo
El anuncio de la botadura del nuevo barco fue realizado por la ministra Margarita Robles en una visita a la cartagenera base de submarinos a conocer a la que será la primera dotación del sumergible, que ahora se encuentra completando su período de instrucción en los simuladores del S-80 desplegados en la misma base.
La ministra aparte de conocer a los tripulantes y sus mandos se puso al día del desarrollo del proyecto y del estado del arma submarina de la Armada, muy precario pues solo se cuenta con un submarino operativo el "Tramontana", mientras el "Galerna" se encuentra en el dique seco y los dos ejemplares restantes, "Siroco" y "Mistral" fueron dados de baja.
Por ello, la ministra no ha dudado en definir este proyecto de "vital para la Armada" y en él que "tenemos muchas esperanzas en esta puesta a flote".
El S-80, un proyecto lleno de frustraciones
Nadie se engaña que el desarrollo de este submarino ha tenido dificultades y que han retrasado su desarrollo casi 10 años. El programa original contemplaba botar el primer barco de la serie en 2013 y tenerlo ya operativo en 2015, pero todo el proyecto se tambaleó cuando las pruebas en simuladores detectaron un sobrepeso en la nave que le hubiera impedido flotar.
Las causas de este error de cálculo nunca han quedado aclaradas pues se han rumoreado múltiples excusas. Desde un error en la colocación de una coma en los decimales de un cálculo de pesos y la medición errónea de la expansión de los gases en la cámara de propulsión anaerobia que permite al submarino navegar en silencio y ser indetectable al sonar.
O un expediente de regulación de empleo que dejó a Navantia sin sus técnicos más cualificados justo en el cénit del desarrollo del submarino y que por esta ordenación de empleo un único ingeniero quedara a cargo del proyecto en vez de un equipo multidisciplinar.
El escándalo fue monumental y puso a la industria naval española en ridículo. De hecho hasta reportajes televisivos foráneos como "Grandes fracasos de la ingeniería" se hicieron eco de él aumentando más la sensación de escarnio. Para colmo aparecieron en prensa toda serie de reportajes sensacionalistas denigrando el proyecto y buscando fallos donde no los había o exagerando nimiedades con la idea de buscar cuanto más polémica y ridículo a la construcción del buque.
Desarrollo pese a los inconvenientes
Pese a burlas, fracasos y maledicencias el proyecto continuó adelante sostenido por el consejo de la empresa estadounidense Electric-Boat requerido como asesor, que aportó medidas muy imaginativas al proyecto como alargar el submarino varios metros para superar el sobrepeso y usar ese alargamiento para con la ganancia de espacio dotar al buque de nuevas capacidades no previstas originalmente: más autonomía, velocidad, mayor potencia, mejora de la habitabilidad y potenciación del armamento. Con lo que que se daba un submarino más potente que el previsto en origen, hasta el punto que el proyecto paso a conocerse como S-80 Plus.
Tampoco a nadie se le ocultaba que el sobrecoste ha sido brutal debido a estos retrasos, pues de los 1.700 millones de euros previstos originalmente se ha llegado a un monto de gasto de 4.000 millones.
Aunque se prevé una importante bajada de costes mediante economía de escala cuando las tres unidades restantes vayan alcanzando sus hitos de producción en la idea que los costes de sacar un proyecto nuevo hayan sido ya superados.
Tras un último retraso provocado por la pandemia de COVID-19 que forzó a reducir el personal y modificar los turnos y horarios de trabajo, retraso que anuló la botadura prevista para noviembre del pasado año, la obra está ya a punto de concluir. Tras apurar algunos detalles menores de la fabricación todo hace pensar que el próximo 22 de abril el nuevo S-81 "Isaac Peral" toque agua por primera vez.
Continuación del proceso que se prolongará un par de años
Esta puesta a flote no significa que el barco esté operativo pues seguirá una interminable batería de pruebas en puerto durante seis meses.
Después pruebas de navegación en inmersión en el mismo puerto antes de hacerse a la mar e iniciar un período de pruebas de mar que se prologarán durante todo 2022, no estando prevista su entrega a la Armada hasta 2023. Pero ya se contará en abril con un producto tangible y verificable, abierto a cartera de pedidos por parte de otras naciones que ya han expresado su interés.
No es el único proyecto naval en desarrollo, ya que la producción de las nuevas fragatas F-110 sigue su curso y se iniciará su construcción en los astilleros del Ferrol este año y la ministra anunció próximas novedades en la construcción del nuevo buque de rescate de submarinos que remplazará a viejo buque de rescate "Neptuno".
Estará diseñado específicamente para auxiliar a los submarinos de S-80 de sufrir cualquier apuro. Tras años de retraso y frustraciones el proyecto de un sumergible netamente español parece que empieza a cuajar.