Puigdemont y López son las dos caras de la misma moneda del discurso político del gobierno español en manos del Partido Popular encabezado por Mariano Rajoy y su canciller Alfonso Dastis, quienes llevan varios años interviniendo y opinando abiertamente en asuntos internos venezolanos. Esta política de intromisión le ofrece argumentos al gobierno de Caracas para responder proporcionalmente, como se estila en el mundo diplomático, con la misma moneda. Esto lo demuestra las recientes declaraciones del canciller venezolano Jorge Arreaza, donde exige al gobierno español la liberación de los presos políticos catalanes.

¿Tiene Rajoy argumentos para acusar a Venezuela de injerencista?

El difícil arte de la diplomacia

Nicolás Maduro, quien no solo fue chofer de autobús en el pasado, también se desempeñó como canciller de Venezuela por muchos años, parece saber jugar mejor sus cartas que Rajoy, pues se ha cuidado de opinar sobre los últimos acontecimientos en Cataluña para evitar cualquier pronunciamiento injerencista contra el proceso electoral que se efectuará el próximo mes de mayo en Venezuela y evitar seguir minando a la opinión pública española. Esto contrasta con su posición de meses anteriores de defensor de la causa independentista catalana. Ahora, esta responsabilidad la asumió el ministro de Exteriores del Gobierno de Caracas, Jorge Arreaza.

La semántica del discurso del ministro confunde

Por su parte, Alfonso Dastis, ministro de Asuntos Exteriores de España, rechaza el discurso directo del gobierno venezolano cuando habla de presos políticos catalanes, refiriéndose a los ocho independentistas detenidos y le recordó al presidente Maduro que en España el poder judicial es independiente.

Pero al canciller parece olvidar sus propias acciones injerencias, como cuando se pronunció sobre las elecciones convocadas el año pasado por el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, de la Asamblea Nacional constituyente, las cuales las señalo como ilegales, además de advertirle a ese País, que para que el gobierno español acepte una salida electoral en Venezuela, esta debe ser negociada, democrática y pacífica, usando un lenguaje de ultimátum muy lejano a la simbología que debe transmitir una nación en sus relaciones internacionales, sobre todo en el tratamiento de asuntos tan delicados y sensibles como lo son los referidos a la soberanía e independencia que ostentan todos los Países miembros a la Organización de las Naciones Unidas.