En la última semana del año viejo el Consejo de seguridad de las Naciones Unidas firmó la resolución que condenaba la construcción de asentamientos Israelíes en territorios palestinos. A la hora de votar, los EE.UU. por primera vez se abstuvieron de la votación, lo cual rompe con la posición tradicional del país. Este acto de la administración de Obama permitió que la resolución fuera adoptada, ya que todos los 14 miembros del Consejo votaron a favor. Sería interesante anotar que el sucesor de Obama, el presidente electo Donald Trump junto con el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu intentó impedir que esto sucediera.
Este es uno de los últimos actos de Obama como presidente y, conociendo la historia de las relaciones americano-israelíes, es un acto que causa un shock en el mundo. La prensa americana oscila entre "el acto más vergonzoso" y "su mejor herencia". Ehud Barak, el primer ministro anterior de Israel ha apoyado abiertamente la decisión de América.
Como argumentos contra la decisión de EE.UU. se indica que la población que vive en la parte antigua de Jerusalén perdería todos sus derechos, se convertirá en un grupo de parias. Además la resolución socava las fundaciones de la política de América en el Oriente Medio de los últimos 50 años, porque los territorios con los que Israel contaba ahora pertenecen a Palestina de antemano.
Para los palestinos, al fin y al cabo, ha sido suficiente aguantar la presión y no ceder en las negociaciones anteriores. Lo más indignante, sino absurdo es el hecho que Israel pierde acceso al Barrio Judío en Jerusalén, junto con el Monte del Templo y el Muro Occidental, los sitios más sagrados en el judaísmo. Obama debería haber insistido en excluir Jerusalén Este de la resolución.
El periodista de Foreign Policy David Rothkopf defiende la abstención de Washington como "una política cuerda y buena" y opina que la administración de Obama debería haber actuado antes y de manera más firme. Netanyahu no debería hablar de traición, puesto que fue el que se negó a votar a favor de las investigaciones por crímenes de guerra en Siria, para satisfacer a Putin.
A largo plazo esto agravará las tensiones en toda la región y aumentará el riesgo para Israel. La colonización de tierras podría satisfacer la derecha en Israel, pero también hay que considerar que la población palestina sigue creciendo, de modo que Israel pronto tendrá que decidir si quiere ser un país democrático o un país judío. Construyendo asentamientos, los israelíes no sólo aumentan los riesgos de más ataques, sino que debilitan el apoyo de sus posibles aliados.
Un cambio de generaciones ha tenido lugar y Netanyahu y sus aliados no parecen verlo, siguen viviendo en la realidad después de la Segunda Guerra Mundial, en la realidad de la Guerra de los seis días.