El nacionalismo tiene la extraña virtud de convertir a los villanos en héroes y a los verdugos en víctimas. Hay cientos de miles de ejemplos en la Historia y el nacionalismo catalán no es una excepción.
Lluís Companys, presidente de la Generalitat en el exilio, fue sometido a un consejo de guerra y fusilado por el régimen franquista el 15 de octubre de 1940 en el Castillo de Montjuic, bajo la acusación de rebelión militar. Fue una más de las muchas víctimas de la brutal represión que, tras la Guerra Civil, el bando ganador impuso a los vencidos.
Un crimen sin justificación de los muchos que se deben incluir en el siniestro haber de la dictadura franquista.
Sin embargo, el episodio final de la vida de Companys, trágico y terrible, parece ser lo único que se recuerda hoy de su biografía.Convenientemente convertido por algunos en símbolo de la lucha de la libertad del pueblo catalán y de la opresión española (sin hacer distinciones entre dictadura y democracia), el nacionalismo rinde tributo año tras año a un personaje que podemos calificar de cualquier cosa menos ejemplar.La manipulación histórica es una de las grandes bazas de cualquier nacionalismo que se precie. En el caso de Companys, los nacionalistas catalanes barren para casa, lo cual es reprobable pero al fin y al cabo comprensible.
Companys contra la II República
Más asombroso es en cambio el apoyo de los actualesdefensores de la II República que olvidan (o peor aún, desconocen) que en 1934, dos años antes del estallido de la Guerra Civil, Companys proclamó el Estado Catalán, lo que suponía de facto un golpe de estado contra la República, por lo que fue detenido y condenado a prisión.
En otras palabras, Companys, igual que Franco, se levantó contra el régimen republicano legítimo.
Pero los hechos más graves que caben imputar a Lluís Companys se produjeron durante la Guerra Civil.Tras la victoria del Frente Popular en 1936 fue liberadoy, sibien enlos primeros meses de la contienda trató de frenar los actos de terrorismo y crímenes cometidos por los anarquistas, también es cierto que firmó incontablesórdenes de detención, confiscación de bienes y sentencias de muerte.
Los documentos existen y son tannumerosos que ni siquiera la maquinaria propagandística nacionalista los ha podido ocultar. Pero el proyecto de construcción nacional catalana no necesita saber la verdad, sólo necesita héroes y mitos. Y gente dispuesta a creer en ellos.