Hoy es el Día de la Mujer, el conocido como 8M. Hay muchísimas concentraciones en todo el país y cada vez más en todo el mundo celebrando nuestro día, el de las mujeres, porque, queramos o no y pese a ser la mitad de la humanidad, la mujer todavía parece un colectivo discriminado hasta el punto de tener que utiliza la fórmula del "día de" para que se escuchen nuestras voces.

Lo que empezó siendo el Día de la Mujer Trabajadora ha ido difuminándose hasta quedar tan solo en el Día de la Mujer, tratando de ir más allá de representar a las mujeres que tenían acceso a diferentes puestos de trabajo, ya que todas, casi sin excepción, trabajan, si no fuera, dentro de su casa, realizando labores que siguen teniendo un marcado acento femenino y que siguen siendo realizadas por mujeres.

El 8M es un día para la lucha y reivindicación de la mujer, no una fiesta con carrozas

Por otro lado, se han unido nuevas reivindicaciones no laborales, sobre todo aquellas que tienen que ver con la violencia machista, algo que en este país es notable en el día a día y que en otros muchos lugares del mundo es una tragedia constante. Solo hay que echar una mirada a México con más de 2.300 mujeres muertas el año pasado para darnos cuenta de la enorme magnitud del problema al que nos enfrentamos.

Estas nuevas reivindicaciones también han ido ampliándose hasta el punto de colarse en las filas temas que poco o nada han tenido que ver en la demanda histórica de igualdad. La mal llamada gestación subrogada, la regularización de la prostitución o las demandas del colectivo transgénero han ido diluyendo el eje central de los problemas a los que las mujeres tenemos que hacer frente cada día.

Este año hasta el PP, enemigo acérrimo de este tipo de manifestación, se une a la fiesta. No en vano hay todo un mundo de posibilidades en lupanares y clínicas de fertilización en donde su neoliberalismo puede ampliar fronteras y carteras de clientes.

El género, para el feminismo, es una forma de opresión, no una identidad

Históricamente se ha considerado la prostitución como una forma de discriminación a la que se veían abocadas las mujeres sin recursos económicos como modo de supervivencia no solo personal, sino de toda su familia.

El feminismo siempre ha condenado la prostitución, siempre se ha mostrado a favor de abolirla porque es la forma más cruel de opresión a la mujer.

Asimismo, el feminismo ha abogado por una maternidad deseada, controlada, en la que la mujer sea la dueña absoluta de su cuerpo, y con esta premisa, ha estado siempre a favor del aborto, de los métodos anticonceptivos y de la decisión planeada de ser madre.

El género, para el feminismo tradicional, ha sido una forma de opresión. A través del género, con sus normas y dictados sociales, nos han dicho siempre qué es ser mujer, cómo debemos ser las mujeres, qué nos está permitido o no, hasta donde podemos llegar... el género no como algo con lo que las mujeres se identifican en su concepto de mujer, sino como una forma de que la sociedad pueda identificarnos, controlarnos, saber que las mujeres no sacan los pies fuera del tiesto.

El feminismo debe representar a todas las mujeres

En estos tres elementos es en donde se está desvirtuando el 8M. El feminismo liberal, lejos de las teorías políticas que las feministas han desarrollado desde hace tres siglos, nos dice que las mujeres somos ahora más libres de lo que nunca hemos sido y que esa libertad llega al punto de vender nuestro cuerpo en burdeles voluntariamente, en alquilar nuestro vientre o en dejar que un hombre, solo bajo su palabra, se identifique con el género mujer y pueda tomar decisiones o presionar para que existan leyes que nunca tendrá que utiliza puesto que biológicamente no es mujer pese a su identidad de género personal, ya que para este colectivo el género es, tan solo, una identidad.

El feminismo, si bien no puede influir en las decisiones personales de cada una, sí debe, como movimiento político, representar no a un colectivo, si no a la mitad de la humanidad. Mientras sigan existiendo mujeres obligadas a prostituirse para sobrevivir, mientras existan mujeres que alquilen su vientre para poder dar de comer a sus otros hijos, mientras el género, como arma opresora social, siga existiendo, la mujer no va a ser libre jamás.

El feminismo es abolicionista de todo ello. Quiere abolir la prostitución y el género, pero estos, junto a la llamada gestación subrogada, se han colado en las peticiones de grupos de presión mediáticos y políticos modificado a agenda de la mujer, teniendo que seguir con nuevas barreras e impedimentos en busca de la igualdad real, en un mundo donde ser mujer todavía es un riesgo.