El genocidio costó la vida a 800.000 personas. Un discurso de odio que se cocinó a fuego lento en la universidad y una llamada a las armas por la radio "mil colinas" desató una de las peores matanzas a machete. El odio dio paso a la matanza de los 100 días

La palabra genocidio no se puede utilizar a la ligera porque es una palabra muy importante. Se utiliza para describir revoluciones y golpes de estado, matanzas sangrientas y represiones. El holocausto camboyano es uno de los más reales del siglo XX, pero el que por desgracia mejor explica esta palabra es el genocidio de 1994 de Ruanda.

Un genocidio siempre comienza con un discurso avivando el odio

Un genocidio siempre comienza con un discurso avivando el odio y así ocurrió en Ruanda. Para poder comprender qué ocurrió primero debemos señalar que los colonos belgas se apoyaron en los "tutsi", una minoría ganadera para liderar sobre los "hutu", mayormente agricultores. Esta diferencia entre castas del mismo pueblo es de origen colonial.

Los enfrentamientos entre ellos eran habituales. Prueba de ellos son las matanzas documentadas durante el siglo XX entre dichas comunidades por hacerse con los recursos del país. En uno de estos enfrentamientos, decenas de "tutsis" salieron dirección Uganda y desde allí, organizaron su regreso armado con las armas de Museveni (presidente ugandés).

La reconquista de los "tutsis" no hizo más que provocar la peor represalia que se podía esperar por parte de los "hutu". De ello, se encargó la radio mil colonias difundiendo un mensaje de odio que dio lugar a la elaboración de listas negras. Llegados a este punto, el general Romeo Dallaire, cabeza de los Cascos Azules, escribió el "fax del genocidio" aunque nadie hizo nada para evitarlo.

Solo faltaba un detonante y fue la muerte del presidente Habiyarimana tras derribar el avión en el que viajaba. Entonces, la llamada a las armas a través de la radio mil colinas hizo el resto. Nadie estaba a salvo. Los ocupantes de los vehículos tenían que bajar de ellos para que pudieran separarlos por su aspecto. Si eran altos y de naríz estrecha eran "tutsis" y había que matarlos.

Apenas se oyó un solo disparo, los asesinatos se realizaban con machetes.

Los caminos de Ruanda se llenaron de cadáveres

Después de 100 días de crímenes sangrientos, los caminos de Ruanda se llenaron de cadáveres, en total, 800.000. El final llegó con una epidemia de cólera de las personas que huyeron hacia el Zaire y con una dudosa actividad francesa que pudo ayudar a escapar a las bandas genocidas.

En la actualidad, Ruanda es un país pacífico y seguro lleno de memoriales dónde pueden observarse los cráneos de las víctimas de la matanza. El objetivo es que nadie olvide lo que ocurrió en esas tierras años atrás. Además, mencionar a los "hutus" y "tutsis" está prohibido.