Cada vez hay más expertos que solicitan al Gobierno que imponga una asignatura de educación sexual en los colegios, dentro del Plan General de Educación.
La principal causa es la influencia que tiene la pornografía en los adolescentes
La principal razón es la influencia de la pornografía entre los más jóvenes. Aseguran que la pornografía cosifica a la Mujer y la muestra como un objeto, como la receptora de la violencia masculina, a la que le gusta ser dominada, que el hombre sea violento-agresivo y que siempre debe estar al servicio del disfrute sexual del varón.
Carlos Benedicto Duque, miembro de la Agencia para la Reeducación y Reinserción de Menores Infractores dentro de la Comunidad de Madrid, indica que la pornografía es capaz de influir de forma notoria en la conducta sexual futura de los jóvenes menores de edad. En la sociedad actual no hay un control real sobre el consumo de pornografía en edades muy tempranas por lo que acaban entendiendo la sexualidad de manera confusa e incorrecta. Afirma que la pornografía no es creada para educar, solo para hacer disfrutar a personas adultas que ya son maduras y entienden que esa no es la realidad.
El problema está en la sociedad en la que vivimos: mientras que los jueves y políticos solo piensan en leyes más duras, los expertos abogan por una educación sexual donde se traten las necesidades éticas y de afecto que caracterizan a las relaciones humanas.
Es urgente enseñar conceptos como ética del consentimiento, lealtad o igualdad
Según Javier Gómez Zapiain, profesor de Psicología de la Sexualidad en la Universidad del País Vasco, no hay una verdadera voluntad por parte de los políticos de integrar este tipo de asignatura en el sistema educativo. El objetivo de la educación sexual sería aportar los recursos para poder hacer frente a las necesidades afectivas y sexuales propias y de la pareja. No tiene nada que ver con saber usar un preservativo o lo que implica no tener sexo seguro. Este tipo de asignatura debería basarse en la ética de las relaciones, tal como defiende el Catedrático de la Universidad de Salamanca, Félix López. Las relaciones humanas deberían basarse en la ética del consentimiento, la salud sexual, el placer compartido, la lealtad, la igualdad y la vinculación entre ambos miembros.
Marta Domínguez Pérez, de la Universidad Complutense de Madrid y miembro de la Asociación GSIA (siglas del Grupo de Sociología de la Infancia y la Adolescencia) mantiene que la única solución al problema actual es la educación. Que los jóvenes tomen conciencia, criticar el sistema de valores, llevar a cabo una educación emocional, cuestionarse la sociedad patriarcal, apoyar nuevas definiciones sobre lo qué es la masculinidad, acabar con la guerra de sexos... "Prevenir y no reprimir. Educar y no reprimir. Apoyar el concepto de afectividad y las emociones; y no el consumo y competitividad. El secreto es ser, no tener".
No hay un perfil determinado de un agresor sexual. Han podido educarse en escuelas privadas o públicas.
Han podido provenir de hogares ricos o pobres (aunque la estadística indica que hay más de origen pobre y con pocos estudios).
El sexólogo Gómez Zapiain indica que existen muchas causas para poder explicar este tipo de comportamientos, por lo que no se puede generalizar. La mayor parte de las veces, son menores que tienen historias socioafectivas y psicosexuales bastante complicadas, que presentan carencias afectivas básicas. Por lo que desde ese punto de vista también son víctimas.
También, los agresores sexuales son personas que han tenido o tienen alguna dificultad para regular el deseo sexual. Pero, en el momento en que afectan negativamente a otras personas es cuando la sociedad debe condenar estos comportamientos.
Según trabajadores de las instituciones de reeducación de menores, hay un alto porcentaje de agresores sexuales que han sido víctimas de negligencias, malos tratos, acoso o, incluso, en varios casos ellos mismos han sido víctimas de abuso sexual. Pero, no deben ser considerados como enfermos, ya que, este término les restaría responsabilidad sobre las acciones que han llevado a cabo. Este tipo de jóvenes pueden ser “reeducados” y, en esos casos, la tasa de reincidencia no llega al 1%. Aunque el problema debe ser abordado de manera debidamente correcta, no como hasta ahora.