La xenofobia fue la principal protagonista de la noche del 20 de enero en la localidad de Ibarra-Ecuador. Entre insultos, amenazas, golpes y amedrentamiento los migrantes venezolanos se vieron en la obligación de salir de la ciudad. La terrible ola xenofóbica hacia los inmigrantes llega por un feminicidio ocurrido la pasada noche del 19 de enero en la ciudad ecuatoriana, una joven (embarazada y ecuatoriana) fue asesinada a manos de un ciudadano venezolano, el cual era su pareja. Dicho homicidio generó una gran repercusión en el país ecuatoriano – y Latinoamérica en general –.

El rechazo – totalmente justificado – llegó por parte de la población trasandina, y también por los entes gubernamentales. En su afán por condenar el crimen, el presidente Lenin Moreno lanzó un comunicado en su cuenta en Twitter.

La irresponsabilidad de Moreno

El comunicado del presidente fue todo menos sensato, responsable y sensible. Elaborado desde la inoperancia, sin atacar la raíz del problema, un comentario que lejos de tranquilizar a sus conciudadanos generó una terrible xenofobia hacia un grupo minoritario, una minoría que no es ni cerca los causantes de la inseguridad o la violencia de género en Ecuador; más allá de este caso aislado.

Este comunicado será recordado como una página negra en la política latina, llegó en el momento más inoportuno, en el momento del éxodo masivo venezolano.

Crisis migratoria en Latinoamérica

Nada más en Ecuador entre los años 2014 y 2018 han ingresado más de 1,2 millones de venezolanos, esto según la cancillería de dicho país.

La crisis venezolana a estas alturas, es un problema que afecta a toda la región latina, el éxodo masivo de los miles de afectados complican el control migratorio. Esto perjudica a los países que han abierto sus fronteras a la causa justa – la de los migrantes – al no poder identificar a los inadaptados sociales que salen y entran de Venezuela.

Aquellos que se camuflan entre la mayoría de migrantes, esos que sí están buscando ayudar a sus familias, contribuir a la sociedad, y que en general buscan una vida digna imposible de conseguir en su tierra.

La sociedad latinoamericana tiene la obligación moral de comprender la situación de los migrantes. La indolencia e insensibilidad no puede prevalecer sobre los valores humanos. Venezuela era un país acostumbrado a recibir inmigrantes antes del chavismo, una nación que tuvo su bonanza y época próspera.

Portugueses, ecuatorianos, panameños, peruanos, chilenos, colombianos y muchas otras nacionalidades llegaron al país sudamericano en busca de nuevas oportunidades y para mejorar su calidad de vida. Lo sucedido en Ibarra no es la primera ola xenofóbica, en distintos países ya han ocurrido. Son hechos lamentables y bochornosos, donde reina el odio y la ignorancia de las masas sobre los inocentes. Niños, madres, jóvenes, adultos y ancianos; ninguno se salva de la ira creada por la xenofobia. Resulta impresionante – o más bien indignante – que en pleno siglo XXI haya que recordar algunas cosas: no discriminar a nadie por su color de piel o nacionalidad. Jamás generalizar a un grupo, pueblo, ciudad o país por la actitud de un grupo minoritario, más si ese grupo no es un colectivo sino un hecho individual y aislado. Que los inmigrantes no salen de su país por gusto, lo hacen por una extrema necesidad. Mucho por aprender en esta sociedad "civilizada".