Como El Almendro precisamente no, aunque por cuestión de unos días, Ibai Gómez ha regresado al Athletic. El equipo que le brindó la dulce sensación y el imborrable recuerdo de debutar en Primera División. La ciudad que le vio crecer y madurar. Ya ha llovido desde aquel 17 de octubre de 2010 en el que Joaquín Caparrós le sacó a ganarse las habichuelas con los mayores. Y si hablamos de Bilbao, por llover habrán diluviado chaparrones seguro.

Pero es que a un bilbaíno el 'sirimiri' no le incomoda, le pone. Porque para un nacido en 'El Botxo' la vida no es esperar a que pase la tormenta, sino a aprender a bailar bajo la lluvia.

Sobre superficie deslizante le ha tocado bailar al Athletic en la presente temporada e Ibai ha vuelto para apuntarse al 'aurresku'.

Ibai vuelve a Bilbao

No es para menos porque Vitoria le ha devuelto la confianza. A la capital de Euskadi le tocó emigrar al de Santutxu en búsqueda de un estado de forma que perdió, sobre todo, en su última temporada como león en la que llegó a participar únicamente en cinco partidos, fruto también de las constantes lesiones que le lastraron. Un recorrido que contrasta con el que ha protagonizado en el Alavés, el bálsamo que le ha redibujado la sonrisa y donde ha sido una de las piedras angulares del buen rendimiento del equipo.

Dos años y medio después con el Athletic luchando por la permanencia, Ibai no ha dudado en acudir con la ambulancia ante la llamada de emergencia.

La responsabilidad de curar las heridas profundas de su 'familia' ha sucumbido al coqueteo descarado que estaba manteniendo con los puestos de Liga de Campeones por Mendizorroza. Porque solo un imprudente decide no regresar a su casa si sabe que alguien se ha dejado encendidos los fuegos. Y mira que ya hay gente de sobra para apagarlos, pero quizás este año sea la tarea del que estaba a media hora larga de su morada.

Un Athletic en horas bajas

El toque de corneta de Gaizka Garitano congrega a un alistado más en el cuerpo. Dentro de los nubarrones que otean Bilbao, resplandece la voluntad incondicional de Ibai por aportar su granito de arena.

La ilusión de alguien que es consciente de que le quieren más que nunca en su hogar. Por muchos que sean sus guiños al Alavés, el romanticismo rojiblanco le había estado mandando señales que un hincha de cepa no puede esquivar vista los colores que vista.

Quien no lo entienda, es porque jamás se ha puesto la camiseta del Athletic. Ibai ni se lo planteó. Por ello, no hay cabida para un desenlace triste en esta historia. San Mamés no quiere saber nada de Segunda.