Màxim Huerta, periodista, escritor y extertuliano del programa de Ana Rosa Quintana ha dimitido el miércoles de su flamante cargo como Ministro de Cultura y Deporte. ¿El motivo? Han salido a la luz los problemas que tuvo con Hacienda debido a que, desde el año 2006 al 2008, utilizó una empresa interpuesta (una S.L.) para pagar menos impuestos por su actividad profesional. Sólo el 25% del Impuesto de Sociedades en lugar del IRPF correspondiente a su salario. Un tipo, el que le correspondía según sus ingresos, mucho mayor: del 48%. Lo que supuso un desajuste de 218.322 euros entre lo que debería haber pagado y lo que pagó.
Huerta contra el pasado
La dimisión de Màxim Huerta es el último de los eslabones de una cadena que comenzó mucho antes de prometiera su cargo como Ministro de Cultura, incluso mucho antes de que Pedro Sánchez se planteara realizar la moción de censura al Gobierno de Mariano Rajoy.
Esta historia comienza en 2015, cuando Pedro Sánchez, en una entrevista en Telecinco -medio para el que Huerta trabajaba entonces- aseguraba aquello de “Si yo tengo en la ejecutiva de mi partido, en mi dirección, a algún responsable político que crea una sociedad interpuesta para pagar la mitad de los impuestos que le toca pagar esa persona al día siguiente estaría fuera”. Y añadía “Este es el compromiso que yo asumo con mis votantes y también con los españoles”.
Esta sentencia en pretérito empezaba a hacer la estancia en el cargo de Màxim Huerta un asunto difícil de mantener en el tiempo.
El siguiente eslabón es mucho más reciente. Es el de la ya famosa moción de censura parlamentaria que el PSOE, con Sánchez a la cabeza, lideró para desalojar del Gobierno de España al PP. Una moción que salió adelante debido a al irrebatible argumento de la corrupción generalizada en las filas del partido conservador, y que alcanzó su cenit con la condena al partido como tal, por ser partícipe a título lucrativo de la trama Gürtel, del pago de una multa de 245.000 euros.
Cuando pones de acuerdo a partidos que representan a doce millones de personas en que la corrupción del rival es insostenible, no te puede temblar el pulso a la hora de cortar de raíz indicios de la misma en tu propio gabinete. La pregunta es ¿no era nadie consciente en el PSOE, un partido más que veterano en la política española, de que esto podía suceder?
Porque parece evidente que el ministro más efímero de la democracia española no lo era.
La inesperada virtud de la ignorancia
No tiene Màxim Huerta madera de político si creía que su experiencia en los platós televisivos le iba a servir de algo cuando saliera a combatir a los leones en el coliseo más grande y despiadado del país. Igual que tampoco la tiene si creía que, representando lo que representa tanto él como el actual gobierno socialista para un amplio sector de la población y de los medios de comunicación -de ambos lados del espectro político, cada uno de ellos por sus propias razones-, una mancha en su expediente como la de sus problemas con el fisco iba a ser olvidada.
Quizá el ya exministro de Cultura y Deporte haya hecho de su ignorancia, virtud.
Como el protagonista de Birdman, la película del mexicano González Iñárritu, que se lanza a dirigir, escribir y protagonizar una obra de teatro en Broadway cuando había sido una estrella del cine de masas.
Quizá la arena política habría llevado al fango a este periodista y escritor de éxito hasta hacerle irreconocible, hasta que sus logros anteriores y posteriores en un mundo tan diferente -por suerte para ambos- al de la política, quedaran arrinconados como una parte irrelevante en el curriculum de un Ministro más.
Además de responder en tiempo récord sustituyéndole -José Guirao ya ha aceptado el cargo ministerial vacante- puede que Pedro Sánchez le haya hecho un favor a Màxim Huerta precipitando su caída. La política es el teatro más sangriento del mundo, y no hay platós de televisión ni ficciones propias o ajenas que sirvan como entrenamiento para algo así. Que le pregunten a Pablo Iglesias.