Mucho de lo que somos hoy lo aprendimos en nuestra infancia, por ello conviene estar muy atento de cómo estamos educando y enseñando a nuestros hijos.Nuestros abuelos crecieron en una época en la que ni los teléfonos móviles ni Internet les robaban gran parte de su tiempo y menos el de sus padres, vivieron sin duda etapas difíciles pero ese ritmo de vida no se compara al que llevamos hoy por hoy.

Aunque la tecnología simplifica en muchos aspectos nuestra vida diaria, no podemos negar que a la mayoría de las personas le cuesta gestionar su tiempo y distribuir sus tareas .

A diario escuchamos quejas sobre la sobrecarga de trabajo y la falta de tiempo para dedicarnos a todas las actividades que debemos realizar durante el día. Esa "sobrecarga de trabajo y poco tiempo" también la trasladamos a la rutina de nuestros hijos.

Desde que el pequeño se pone en marcha para ir al colegio ya debe llevar encima, aunque arrastre la mochila con rueditas, un pesado equipaje de libros y cuadernos. La mayor parte de su día transcurre dentro de un aula de cuatro paredes, donde está prohibido conversar con los compañeros, jugar, reír y divertirse, salvo a la hora de recreo que se reduce a tan sólo 30 minutos. Los que tienen suerte pueden ir a comer a casa y disfrutar de la compañía de padres o abuelos.

Por la tarde, ya cansados del trabajo escolar y con ganas de ir al parque a pasárselo bien, deben asistir a las actividades extraescolares: deporte, inglés, refuerzos de mates, lengua, música, pintura, etc. para llegar luego a casa, hacer los deberes y preparar la mochila para el día siguiente.

No se pone en duda la buena intención de los padres en querer que su niño reciba una buena formación y saque las mejores notas, pensando que así les garantizan en un futuro, ser un profesional exitoso.

Pero no se están dando cuenta que están saturando al niño de actividades a las cuales se acostumbrará y se adaptará, muchas veces para agradar a sus padres y no porque realmente lo disfrute.

Un niño que no disfruta lo que hace y que siente que no tiene tiempo para sus hobbis, pasatiempos favoritos, jugar, ver tele, ir al parque, irá perdiendo la motivación, la alegría, la creatividad y crecerá con un sentimiento de insatisfacción aunque haya sido uno de los mejores estudiantes de la clase.

Generar tanta presión en los Niños puede ser perjudicial para su desarrollo y su bienestar tanto físico, mental y sobretodo emocional.

Todo padre debe tener en cuenta:

Que cada niño aprende a su propio ritmo y que no debe confundir la estimulación que motiva con la presión que agobia.

Entender que el rendimiento académico infantil mejora cuando los padres dedican tiempo de calidad a sus hijos, sin estar agobiados por el trabajo o distraídos con el teléfono móvil.

No enfocarse solo en los resultados o calificaciones sino en el aprendizaje, el desarrollo y la felicidad del niño.

Que los niños necesitan una vida más sencilla y despreocupada donde haya tiempo para jugar y divertirse, no solo en vacaciones y fines de semana.

Que los niños merecen la libertad para explorar y decidir por ellos mismos que les gusta y les hace felices.