Decía el escritor de la centuria de Oro Baltasar Gracián -allá por el siglo XVII- que “es desgracia habitual en los ineptos la de engañarse al elegir profesión, al elegir amigos y al elegir casa”. Y razón no le faltaba. Elegir una carrera y, sobre todo, prosperar en ella, se ha convertido en la odisea por excelencia en estos tiempos que corren y que, desgraciadamente, vuelan.
Nuevos tiempos y nuevas formas de buscar empleo
Entre las desventuras actuales destaca una desdichada tesitura; la del ser o no ser; la de estudiar o no periodismo, para acabar siendo otra periodista más en la larga cola del paro.
Y es que no se puede ser una persona romántica y nostálgica en la época de la generación más desventurada; esa que llaman la generación perdida.
Actualmente, tendemos a buscar Empleo a través de nuevos métodos. La consolidación de Internet en nuestras rutinas y la irrupción sin precedentes de las redes sociales en nuestra forma de vida, ha supuesto un antes y un después a la hora de presentar nuestros currículos. La entrega en mano ha caducado.
La innovación tecnológica ha traído consigo un nuevo paradigma que afecta e influye tanto en la búsqueda de empleo como en la contratación por parte de las empresas. La revolución tecnológica ha incidido profundamente en nuestros hábitos de vida.
Por un lado, los trabajos ya no son lo que eran.
A grandes rasgos, no existe la estabilidad laboral y retirarse en el mismo sitio es hoy algo casi improbable; los horarios laborales son muy diferentes; el nivel de exigencia es cada vez mayor dentro de un mercado cada vez más competitivo; los contratos fijos y/o indefinidos son prácticamente un espejismo. En definitiva, cada vez se exige más a cambio de menos.
Dichoso dilema. Sin embargo, la mejor opción es optar por la innovación y olvidar el pañuelo. Las lágrimas nunca generarán un empleo.
Actualmente, hay que estar presente y activo en las redes. No se puede obviar la evidencia esperando a que el trabajo llame a la puerta. Se debe cumplir con la vieja profecía esa que expresa: que hay que renovarse o morir.
Dentro del mundo de la comunicación no solo hay que ser polivalente sino también parecerlo.
Y la forma por antonomasia es dejando huella en el espacio virtual. Por ello, debe considerarse norma general eso de tener un blog, convertirse en un tuitero estrella o en un youtuber en potencia; eso que antaño llamaban líder de opinión y ahora tildan de influencer.
Una vez terminada la carrera toca ponerse manos a la obra. Y el abanico de posibilidades es amplio. Por ejemplo, existe la opción de crear un perfil profesional en redes con el objetivo (y la esperanza) de generar un valor añadido inmediato que permita promocionarse; para ello es imprescindible generar una red de contactos útil a través del Networking.
También es habitual descargarse todo tipo de aplicaciones de bolsa de empleo online en las que -creando un perfil y un currículum óptimo (que debe actualizarse constantemente)- se aspira a encontrar un empleo adaptado a nuestras necesidades.
Por otro lado, se puede recurrir a los portales públicos o privados de empleo o incluso a las Empresas de Trabajo Temporal. Además, hoy en día no son pocos los emprendedores que –desesperados o inspirados- acaban lanzándose de cabeza al autoempleo. Mil formas diferentes, pero con una amenaza común: la temporalidad y la derivada precariedad laboral. Pero, ¿dónde está el verdadero problema? ¿Cuáles son las causas?
¿Qué encuentran los alumnos al salir de las universidades?
Basta con leer las ofertas de empleo que se vuelcan a diario en las miles de aplicaciones existentes (esas que saturan las memorias de los dispositivos móviles) para ver una de las grandes desgracias a las que se enfrentan los recién graduados.
En ellas se ofertan prácticas o becas (pobremente remuneradas) y en muchos casos promovidas, auspiciadas y financiadas por Ayuntamientos que proporcionan candidatos de su bolsa de empleo a empresas privadas y de forma gratuita, favoreciendo así la precariedad laboral en lugar de contratos dignos.
La empresa pública no debe favorecer a la privada. No puede tolerar que los futuros trabajadores se aferren a un puesto de trabajo indigno (por el que además no cotizan) motivados y empujados por el afán de conseguir la dichosa experiencia que acaba por convertirse en un lastre sin precedentes.
Puesto que las empresas acaban optando por el alumno en prácticas de forma casi perpetua en lugar de dar una oportunidad por medio de un contrato de trabajo real. Si existe una legalidad en está práctica generalizada ¿de quién es la culpa?
Periodismo: reinventarse o morir
El grado en periodismo ha caducado. Ha sido víctima de una obsolescencia programada que se palpaba desde lejos. Una muerte anunciada provocada por el afianzamiento de Internet, las redes sociales y los nuevos medios digitales y, sin embargo, se ignora la evidencia o se prefiere que los graduados en comunicación se adapten a las nuevas necesidades pagando de su bolsillo lo que la Universidad no le proporciona.
Que los cambios en el modelo educativo no han sido un acierto es un secreto a voces.
Estudiar un grado se ha convertido en una forma de negocio; no estudia quien quiere sino quien puede. Se estudia cualquier tipo de carrera en un tiempo limitado y consensuado y se pretende que la especialización o mejora lleguen de un modo alternativo (llámese máster, postgrado o curso de especialización).
Poniendo como ejemplo la carrera de periodismo es fácil deducir de donde viene uno de los grandes problemas a la hora de encontrar un puesto de trabajo. Es cierto que el mercado laboral está saturado. Que las universidades no dejan de lanzar graduados a un entorno laboral que está en horas bajas y en el que no concuerda lo buscado con lo ofertado.
Pero es que además no se puede ser competitivo dentro de un entorno laboral en el cual se exige no solo ser cualificado sino tener miles de herramientas en tu haber (CV).
Por ejemplo, herramientas que avalen tu conocimiento en data mining o minería de datos; herramientas que te fortalezcan y te lleven a dominar programas de software o sistemas informáticos como SAP (Sistemas, Aplicaciones y Procesos). Sin olvidar los idiomas; parte fundamental para desenvolverte en este mercado globalizado. Algo que la Universidad no te ofrece ni oferta.
Actualmente, diversos informes revelan que el sector las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) y de las Telecomunicaciones es el que tiene la tasa más elevada de ocupación en el mercado laboral español. Asimismo, es el área que abarca mayor cantidad de nuevos perfiles laborales; empleos que no existían cinco años atrás.
Entre los perfiles más solicitados en estas áreas destacan: analistas de datos o expertos en "Big Data", especialistas en ERP (como SAP), CRM y Bussiness Intelligence, gestores de proyectos, administradores de bases de datos, etc. Una formación fuera del alcance para aquellos que están sumidos en la carrera de periodismo. Si quieren formarse en estos campos han de buscar fuera de las universidades. Y eso nos lleva directos a una conclusión: el grado en periodismo está obsoleto y desfasado.
Los planes de estudios de las Universidades en las que se imparten las carreras vinculadas al mundo de la comunicación, revelan que poco o nada se ha modificado en una carrera que está obligada a renovarse para hacer de sus estudiantes futuros empleados.
En un sector que está en apogeo no hay lugar para aquellos que no están preparados.
Los estudiantes de periodismo en la actualidad están destinados al fracaso; si no se cualifican -a través del aprendizaje y la asimilación de las nuevas técnicas requeridas- serán incapaces de adaptarse a las nuevas necesidades. En definitiva, no se puede seguir instruyendo en un periodismo que huele a añejo. Las universidades deben adaptar a sus programas las nuevas herramientas y técnicas solicitadas. Deben dejar de arrojar nuevos parados al mercado.