De erudición suprema, valorada y admirada mientras todos pensaban que era varón, la papisa Juana fue una eminencia en conocimiento, muy respetada por toda la curia pontificia. ¿Fue realidad o leyenda? ¿Le resultó tan denigrante el engaño a la iglesia, que borraron su existencia para evitar el bochorno? ¿O es que se negaron a reconocer que una mujer pudiese llevar el cargo igual que un hombre, destruyendo así sus ideas misóginas?
Decidida a estudiar pese a las leyes que lo prohibían
Debemos partir siempre de la premisa que la hace oscilar entre la realidad y la leyenda.
Los cronistas que apuestan por su existencia, sitúan el año de su nacimiento en el 822, en una ciudad alemana cerca de Maguncia.
Nos describen a una chica llamada Johanna que aprende griego (cuando a las mujeres les estaba vetado estudiar) y que no satisfecha con poder leer la Biblia quiere seguir estudiando, contando siempre con la ayuda de su madre y a escondidas de su padre, un monje que se dedicaba a predicar el Evangelio entre los sajones.
Una erudita papisa bajo el nombre de Juan VIII o Benedicto III
La única posibilidad que tenía para continuar con unos estudios sólidos lo ofrecía la carrera eclesiástica y ni corta ni perezosa Johanna consiguió entrar de copista, ocultando su feminidad y bajo el nombre masculino de Johannes Anglicus (Juan el Inglés) con el que firmaba sus escritos.
Su nuevo cargo le permitió viajar de continuo y conocer a personajes ilustres de la época como a la emperatriz Teodora, el rabino Isaac Israelí o al monarca de los francos, el rey Carlos el Calvo. Llegó a convertirse en una persona muy culta y así era vista (visto) por su entorno llegando con rapidez a ser la secretaria del papa León IV.
Borrada de la historia del papado de un plumazo
Tras la muerte de León IV, Johanna asciende como papa bajo el nombre de Juan VIII (según los cronistas que apuestan por su existencia) o por el de Benedicto III (este nombre es el que aparece en el listado de todos los pontífices, no el de Juan VIII que si aparece algunos años más tarde).
Estrategia de barrido quizás por parte de la iglesia para borrar la mancha que la papisa había dejado, pues no tuvo peor destino que quedar embarazada (¿de quién? Pues si se duda de su existencia, mucho menos cierto sería afirmar quien fue su amante) Lo terrible en todo esto es que no tuvo mejor momento para ponerse de parto que mientras presenciaba una procesión de Corpus Christi, sentada en el trono de San Pedro. ¡Nada menos!
Tremendo descubrimiento
Las crónicas cuentan que cuando el vulgo vio la escena comenzó a tirarle piedras hasta terminar con su vida. Otros apuntan a que dio a luz a un hijo varón y que a partir de ese momento vivió retirada de la vida pública hasta que murió. Se dice también que a partir de ese momento nació la figura del papalti, función que ejercía un diácono y que se basaba en palpar al nuevo papa electo para comprobar que era varón y que confirmaban con la frase "habet duos et bene pendentes".
El hecho es que navegando entre lo cierto y lo mítico, la papisa dejó de serlo de inmediato para ser tachada de prostituta. Mal fin para una luchadora que demostró que con educación tanto puede dar de sí el hombre como la mujer y que la inferioridad a la que se nos relega, no es más que una manipulación del patriarcado.