Mientras unos cantan y otros callan, la vida transcurre entre eso que ves y eso que te cuentan. "Barcelona no tiene miedo" se ha convertido en el grito de guerra entre la independencia y un Rey despistado y paulatino.

Hemos vivido las imágenes de la marcha anti terrorismo y por desgracia las cámaras solo enfocaban a los dirigentes y no a los familiares o las miles de personas allí congregadas. El marketing político nos sacude desde dentro y desde fuera para vendernos un producto al estilo Primark: muy barato e innecesario.

Tengo la friolera de veinticinco años, diréis que son pocos, pero para alguien joven y preparado que lleva sufriendo la crisis desde 2008, se han convertido en cuarenta y cinco de experiencia a cortos plazos, sí, tengo veinticinco y desde que tengo uso de redes y no de razón (que no es lo mismo) Barcelona lleva independizándose a un ritmo tan lento que aburriría a cualquier Sálvame naranja, limón o melón.

Cuando descubro que un ataque terrorista sirve también para marketing político me levanto de la silla y me preparo a lanzar lo peor que tengo: las palabras. Que Barcelona no tenga miedo al miedo es algo que ya cantaba ese rubio platino apodado Miss Caffeina, pero que Barcelona no le tenga miedo al futuro y al presente es algo que no cuela ni en las peores precuelas. Barcelona le tiene miedo al pasado, al presente y al futuro, porque no evoluciona si no que se estanca y no alcanza si no que acorta.

Sí tiene miedo.

¿Por qué? Por que tiene motivos y porque tiene tiempo de tener miedo. A diferencia de ellos nosotros no tenemos miedo a nada por que sólo vemos en el futuro algo mejor de lo que vemos en el presente, y eso creo que une más que divide, y al final en la unión se encuentra el valor de gritarle a la vida: no le tengo miedo al miedo.

En cada visita de Estado y en cada petición de presupuestos sigue existiendo el miedo de que la rueda independentista les estropee el presente tan curtido y beneficiado. Es una pena contemplar como alguien que nos es tan cercano sigue empeñado en alejarse de lo suyo y en buscar nuevos horizontes. Cada vez que visito la ciudad condal conozco gente nueva que está en contra y siempre me acabo haciendo la misma pregunta: ¿Es que nadie entrevista a estas personas?

¿Qué hay de sus derechos y sus libertades? Barcelona seguirá teniendo miedo hasta el día en que se llame País y luzca bandera sin censuras, hasta entonces tendrá miedo allá donde vaya porque el futuro, de momento, no le pertenece.