Llevo más de dos años trabajando como captadora de socios para la ONG Médicos sin fronteras
Es un trabajo que me gusta mucho porque ayudo a que el mundo sea un poco mejor. Dar a conocer a otra gente su labor es para mí un orgullo
En el mundo pasan muchas cosas malas y no siempre salen en los medios de comunicación. Mi labor es sensibilizar a la gente sobre ellas y conseguir que den un paso adelante para que mis compañeros tengan medios mejores para salvar vidas.
Dicho así parece un trabajo sencillo, pero, nada más lejos de la verdad. La parte en que hay que convencer a las personas de que es vital apoyar económicamente es la más complicada.
Las vidas no se salvan sólo con buenos deseos
Hablando con la gente escuchas todo tipo de cosas, algunas incluso tienen cierta gracia. Por ejemplo, un señor de Jijona nos ofreció turrón cuando le hablamos sobre la desnutrición infantil.
Todos tenemos buenos deseos, pero cuando nos intentan tocar el bolsillo disminuyen a toda velocidad. Intentar convencer a alguien de que aporte para salvar la vida a desconocidos es más complicado de lo que parece, a no ser que lo vean por televisión o esté de rabiosa actualidad. A esto se añade que, como hay mucho sinvergüenza suelto abusando de la buena voluntad, se haya creado más desconfianza aún en general.
Así que, en vez de dinero, mucha gente me dice que rezará por las vidas de las personas que intentamos ayudar.
Es de agradecer, pero decir amén nunca salvó vidas (con todos mis respetos para las personas religiosas por supuesto).
También está el caso contrario, y que siempre me llena y llenará de orgullo, aquellas personas que con mencionar que estás ayudando a la ONG te preguntan cómo te pueden ayudar. Independientemente de que aporten una cantidad mayor o menor me devuelven la fe en la solidaridad en estos tiempos tan convulsos que vivimos.
No tenemos miedo decimos
Después de los últimos atentados todos gritamos desafiantes esta consigna, pero nada más lejos de la realidad.
Me refiero a que se está radicalizando el racismo a muchos niveles y el temor al refugiado en general.
Hablando con una persona sobre alarmante cantidad de personas que se ven obligadas incluso con niños a huir para salvar la vida de muchas zonas de guerra en el mundo y a veces jugarse la vida de sus hijos en el mar me soltó: "Pues que se queden en su país que aquí no hacen falta".
Yo quiero pensar que el temor no endurecerá hasta tal punto nuestros corazones que no tenderemos una mano a los que lo han perdido todo y seguiré luchando cada día por hacer que la gente conozca la verdad del sufrimiento, y no pierdo la esperanza de que algún día, en un futuro lejano quizás, mi trabajo no haga falta porque el mundo sea un lugar más feliz y seguro para todos.