Una tras otra vamos devorando las cuentas con más seguidores, al principio nos hacemos los estrechos como con las mentiras y las relaciones, pero después...¡ay después!. Los influencer han llegado para quedarse, consolidarse, vivir y morir por la moda, el maquillaje, los viajes, la healthy life....sí para gustos están los colores, para l@s influencer estamos todos.
¿En cuál de todos esos intereses os sentís realmente identificados?
Desde hace bastante tiempo se está gestando un movimiento de "haters", esos mismos que le estropean cada titular a Laura Escanes y que revientan portadas al mismo tiempo que madrugan para verlas...¿Somos lo que vemos?
o peor ¿Nos volvemos peor con lo que vemos?. Ante la incesante cantidad de "haters" que hay en las redes sólo se puede ser intolerante, ya que hacer daño en balde sólo viene motivado por maldad y recelo sin fundamento. Todos hemos tenido amigos que tiran la piedra para después esconder la mano y sin embargo les hemos seguido escribiendo. Lo bueno de las redes a día de hoy es que siguen mostrándonos los dos caminos: el del bien y el del mal. Cuando seguimos a alguien: ¿Qué esperamos ser?.
¿Por qué seguimos viendo a l@s influencer?
La respuesta es sencilla: entretienen, deciden, sancionan, sentencian. Hacen todo eso a golpe de foto y de click, a golpe de like y de block. Su vida nos parece sencilla por que la medimos en una foto a cada 24 horas, ¿Acaso nosotros no podríamos hacer lo mismo y seleccionar un minuto feliz de los 1440 minutos que tiene el día?
Se nos antoja dificil imitarlos y conseguir la misma repercursión, vivir de ello, madrugar y de vez en cuando festejar por ello. Por eso precisamente los seguimos en silencio, en la noche, en lo oscuro. Porque creedlo, da igual que apaguéis el sonido y os veáis el storie en silencio, el crimen sigue siendo el mismo...
Cada vez que consumimos su minuto de felicidad ahogamos el nuestro porque nos parece poco, una bonita forma de zanjar el tema sería dejar de seguirles y dejar de mostrarnos accesibles a sus gustos y encantos.
Pero seamos sinceros, eso no nos conforta cada noche, ni nos hace tener ganas de seguir luchando con las redes sociales, quizás sean lo más necesario que tiene el mundo virtual, quizás siempre necesitemos un modelo para seguir, y por qué no, quizás seamos nuestra mejor versión queriendo mejorar ese minuto para que algún día se pueda convertir no en uno si no en dos.