A lo largo de la historia de la humanidad se ha demostrado innegablemente que la avaricia es una característica que define nuestra propia naturaleza humana, y que se muestra en mayor o menor medida también en nuestra especie, ya sea a gran escala a través de grandes imperios (el Imperio Romano, la Alemania Nazi, la Unión Soviética...), o en menor grado, mediante enormes holdings empresariales, con personas personas muy ricas, organizaciones criminales o corruptos, que no se conforman con sus ingresos, y que, por esta razón fundamental, recurren a otras formas de enriquecimiento que el mundo les brinda.
Su objetivo es tener más y más.
Ricos y pobres
De todas formas, ricos y pobres es evidente que hubo en el pasado, hay en el presente y seguirá habiendo en el futuro, nos guste o no. Además, en el mundo que actualmente vivimos, las diferencias económicas y sociales son todavía más notables entre los diversos estratos de la ciudadanía, porque vivimos en un mundo que es muy desigual, donde además las necesidades no los mismas para todas las personas. Quien diga lo contrario, no es consciente de nada.
Solo el 1% de la población mundial tiene la misma riqueza que el otro 99% del planeta. Así que por un lado debemos concienciarnos del dato anterior, que ejemplifica una problemática real y decepcionante, y por ello sin lugar a dudas se ha tener muy presente.
Aunque conviene decir que gracias a la globalización y los sistemas democráticos, la situación ha hecho posible que muchos podamos disponer de una vida mejor, que posiblemente en otro contexto histórico jamás hubiera sido una realidad. Pero también es la causante la pobreza extrema que existe entre los países del sur, a diferencia de los del norte.
Los seres humanos y la avaricia
Los seres humanos tampoco somos iguales en términos de avaricia, unos lo son más y otros menos, pero, en muchas ocasiones, esto se debe a la capacidad que tengamos para poder aumentar nuestras posesiones, ya que si no en muchos casos también querríamos aumentar nuestras riquezas.
En conclusión, nuestra especie debe buscar un término equilibrado dependiendo de lo avariciosos que seamos, y sobre todo que vaya acorde a nuestras principales necesidades, ya que la avaricia puede convertirse en una obsesión considerablemente negativa y que varias veces nos ha salido muy cara, ya que puede lleva a los seres humanos hacia caminos insospechados y irracionales, en los que la avaricia puede no conocer fronteras, o incluso puede llevarnos a delinquir con tal de conseguir aquello que se desea. Y ese es precisamente, el problema sustancial que la avaricia provoca en nosotros mismos.