Que el medio ambiente, la salud y las dinámicas sociales se deterioren no tiene importancia para unos cuantos cuando se habla de intereses económicos y políticos en el mundo. Sin embargo, cuando se vive en primera persona la realidad de hacer algo por hijos, esposas y familias, la perspectiva cambia para cada protagonista, porque la moral y la ética humana es tan variada como lo puede ser su necesidad.

Levantarse cada mañana y empezar un día de colegio o de trabajo es rutina para quienes vivimos en las ciudades, seguir las normas y leyes hace parte también de esa cotidianidad, y es normal; pero no lo es para quienes en el campo y en lugares alejados de la ‘civilización’ deben reinventarse según la situación que se les presente.

Las zonas rurales han sufrido cambios durante muchos años gracias en gran medida a la llegada no sólo de propios, sino también de extranjeros con el afán de explotar y extraer riquezas de las zonas donde viven comunidades enteras. En latinoamérica y en África, la minería se realiza gracias a niños, a jóvenes, mujeres y hombres que sirven de músicos para mantener la orquesta que es este negocio.

Los directores van desde grupos armados al margen de la ley, comerciantes, políticos, hasta empresas extranjeras, son muchos los que se benefician. Y son precisamente estas empresas quienes venden la Minería como oferta de valor de progreso y desarrollo; sin importar que los niños y jóvenes abandonen el sistema educativo, el juego y lo propio de la infancia para convertirse en muchos casos en los hombres de sus casas; que las mujeres sean explotadas y degradadas; que el ser humano entre en el dilema de si hace lo correcto por buscar comida y bienestar para los suyos; y por otro lado sienta el daño y destrucción que hace a su entorno.

Por supuesto ese dilema no lo comprendemos el resto de personas. Por el contrario, lo criticamos, lo señalamos y lo juzgamos. Es fácil hacerlo desde la comodidad de nuestras casas y de nuestro bienestar, lo que puede llegar a significar que entramos a ser parte consciente o inconscientemente de ese gran número de músicos que ayudan a mantener la orquesta de la minería, al igual que de muchas otras situaciones que se presentan día a día en esta sociedad.

Pero acaso, ¿el sentimiento humano tiene relación con los intereses económicos? ¿Tenemos conocimiento sobre lo que pasa en nuestro entorno? ¿Nos interesa saberlo?. Si esto fuera así las oportunidades académicas y laborales serían iguales para la gran mayoría. Los niños serían niños y harían cosas de niños. Los jóvenes no jugarían a ser hombres antes de tiempo.

Las comunidades vivirían y aprovecharían sus tierras solo para la convivencia y sobrevivencia. Y seguramente como dice el cantautor Víctor Manuel en su carta a un minero: “no ganarían la gloria con nuestro esfuerzo”. #minería # niños #latinoamérica