Estamos en el siglo XXI y hemos visto cómo en estos últimos 20 años la tecnología ha cambiado una barbaridad. Ha cambiado tan deprisa que no nos hemos casi ni dado cuenta. Cuando antes se escribían cartas y se enviaban al buzón, ahora se envían mensajes por Telegram desde cualquier dispositivo (móvil, tablet, ordenador, etc) y le llega a su destinatario al momento. ¿Qué ha pasado? No nos hemos dado ni cuenta del cambio pero estamos inmersos en un mundo de tecnología donde sabemos a ciencia cierta que seguirá ocurriendo durante los próximos años porque parece que esto no va a menos y cada vez se descubren nuevas tecnologías y formas de vivir.

Los niños de ahora ya no salen a jugar. Juegan con sus maquinitas y sus móviles. Ya no se llaman por teléfono para quedar. Ahora se envían mensajes por Telegram. Audios, imágenes, vídeos... El problema es que es todo muy bonito pero también tiene un lado malo. La privacidad. Nos controlan todo. Manejando todos estos datos es posible que sepan dónde estamos, qué queremos comprar, cuánto dinero tenemos en nuestras cuentas bancarias, con quién nos relacionamos, etc.

Ahora hasta los coches están empezando a ir solos. Se conducen solos y sin necesidad de que un conductor los maneje.

No nos damos cuenta pero estamos en una era en el que cuando el producto es gratis en realidad el producto somos nosotros.

Sinceramente esto empieza a dar miedo porque yo estoy en mi casa tranquilo viendo una peli y a lo mejor no lo sé pero hay alguien metido en mi ordenador mirando mis archivos y robándomelos para luego hacerme chantaje y vender mis datos a otros solo por fines lucrativos. Llegados a este punto yo lo que pienso que debemos de hacer es tirar todos los cacharros tecnológicos e irnos a jugar, fumar y beber.

Y digo tirarlos porque si no lo haces, al día siguiente tendrás tus fotos de la borrachera de esa noche en el Facebook y cuando tu jefe de trabajo lo vea y te despida ahora es cuando de verdad te darás cuenta del daño que puede llegar a hacer la tecnología y el mal uso de ella.