Mi mitad de ascendencia gallega, me lleva a comprender la particular forma y carácter - lo que los cultos llaman idiosincrasia- de este Pueblo tan castigado por su paisaje, su neblina y su constante lluvia que marcan a un gallego introvertido al que le ocurren las mismas cosas que a cualquier mortal; pero que las encierra, no las muestra o aunque todo el mundo las sepa, todo el mundo las calla.

El paisaje gallego son pequeñas aldeas dominadas por parroquias que durante siglos llevaron a sus gentes el único saber de un Dios que los premiará con el Cielo por su resignación y sumisión al cacique en la Tierra.

El gallego ha aprendido a creer que lo debe todo al dueño de las tierra y no acepta otras formas o ideas que puedan cambiar esa sumisión-protección que él le brinda.

El Fiscal del caso Pokemon, entre otros, caso que investiga una enorme trama de corrupción caciquil, a la nueva usanza, pero con los mismos personajes o sus herederos, ha sido hallado muerto en su domicilio.

¿Causa? Posiblemente suicidio.

Cualquier periódico que se lea te indica lo mismo, como si fuera una nota de prensa escrita ex profeso por alguien que dibuja lo acontecido de la manera en que quiere que se sepa lo acontecido.

Fiscal muerto, suicidio y pequeño historial del mismo; esa es la notica relatada.

Nadie, absolutamente nadie se atreve a dudar o a cuestionar una cosa que en cualquier otro país sería un escándalo.

Al poco de ser asesinada la niña Asunta, sus padres ya eran los culpables y todos los medios repasaban hasta el último gesto de la madre o del padre; nada más, ambos fueron señalados y ahora ya condenados.

El Fiscal se ha suicidado y punto; así se ha decidido.

Nada que ver tiene que estuviera investigando tres casos de corrupción, que si estallaban hubieran hecho tambalear una trama con la que juegan, hacen y deshacen los dueños de la Riqueza que heredaron de la resignación de un Pueblo que calla y emigra o muere en el mar.

El Fiscal se ha suicidado o no. Así entienden las cosas en Galicia. Pero ese “o no” va implícito en lo que digan los que tienen que decir y decidir.

“O no”, podrán sospechar, pero esa sospecha sólo saldrá en alguna conversación acompañada de mucho orujo.

De las pocas fotografías que aparecen de esta persona y siguiendo la moda de analizar los que nos puede indicar una imagen, tal como lo llevan haciendo las televisiones en el caso Asunta, podemos ver a una persona seria, enjuto, concentrado…

Un detalle es su cuidada imagen que, de por si, nos aleja del perfil depresivo que es el que induce a cometer el acto de suicidio.

Un depresivo no se cuida, vivir le cuesta y le cuesta afrontar la más pequeña labor cotidiana; a un afectado por esta terrible enfermedad se le nota de lejos que cualquier día acaba con su dolor espiritual.

Tales características no se explican, tan sólo se apunta al suicidio como probabilidad y eso significa que se da por hecho.

Estaba investigando tres casos de enorme trascendencia, tres casos que apuntaban a gente con mucho poder; era, claramente, un enemigo a batir.

La cuestión es clara, se batió o fue batido.

Si la respuesta es el segundo caso, entonces la indefensión del Estado es máxima. Del Estado entendido como la Ciudadanía, no como el Sistema paralelo que todo lo domina en aquellos paisajes en los que la lluvia es sinónimo de resignación.

El Fiscal se suicidó, o no.

El enunciado acierta de pleno; pero no da la respuesta.