"Nadie tiene derecho a hacerun comentario sobre el aspecto físico de la mujer", ha declarado ÁngelesCarmona, la guapa presidenta del Observatorio Contra la Violencia de género delConsejo General del Poder Judicial,en una entrevista en RNE y recogida por Europa Press.
Esta mujer de bella estampa yadmirable gracia considera que "el piropo supone una invasión de laintimidad de la mujer", por lo que es partidaria de eliminarlo y haexplicado cómo en ciudades como El Cairo las mujeres llevan auriculares para nooírlos. ¿A quién se le ocurre irse a El Cairo a oír piropos, pudiendo ir aCádiz o la Gran Vía Madrileña?
No sé si se me ha notado, perodiscrepo en este punto de tan singular presidenta. El piropo para ser tal nopuede resultar hiriente para quien lo escucha, en ese caso deja de ser piropopara ser la ordinariez de un patoso fuera de lugar. Confunde tristemente estaseñora la chabacana ocurrencia de algún obseso con este singular requiebroespañol, que desde tiempo inmemorial se reconoce como amable regalo por quienlo recibe.
Resulta además un poco triste queuna persona eminente, inteligentey de gran valía como ella piense que solo puede piropearse a las mujeres por suaspecto físico, que lo único admirable en ellas es su belleza o su singulargracia al caminar. Casi no me atrevo a escribirlo, pero creo que esto deberíaser estudiado por su Observatorio ya que tiene un tono machista muy pocoapropiado.
Hay otro detalle, quizá el másdoloroso viniendo de tan admirable inspiradora del CGPJ, que no puedo pasar poralto: ¡los hombres también somos piropeados! ¿Quién me defenderá cuando, altomar el ascensor, la vecina del quinto susurre en mi oído que le aturde laprofunda oscuridad de mis ojos negros? ¿A quién recurriré cuando, al cruzar lacalle, una dama suspire y mencione mi porte elegante y atlético sin par alpasar a mi lado? Si nadie me defiende, ¡tendré que dejar que estas señoras invadanmi intimidad! Sé que suena pretencioso, pero me ocurre continuamente.