Sobre un charco de sangre, debido a un corte en la arteria de su brazo derecho, y con una sobredosis de barbitúricos. Así apareció Mark Rothko el 25 de febrero de 1970 en su estudio de Manhattan en la 157 East 69th Street. No dejó ninguna nota, pero si un gran legado de obras y que le convirtió en uno de los máximos exponentes del expresionismo abstracto junto a otros como Pollock, Still o Krasner.
Los cuadros de Rothko, pintados sobre lienzos de gran formato y que siguen la técnica del color field painting (pintura de campos de color), están formados por grandes bloques de color que se posan sobre la superficie como si estuvieran flotando, con bordes y contornos difuminados de modo que, si se observan a la distancia correcta, alrededor de los 45 cm según dijo el artista, envuelven al espectador permitiendo que la vista se desplace de un color a otro, sin un final concreto.
Poco antes de su suicidio había terminado la Rothko Chapel, su espacio más íntimo, y donde surge indudablemente la idea que da título a este artículo, ¿qué esconde la pintura de Rothko?
A la pintura de Rothko se la ha relacionado con la filosofía de Nietzsche y con la idea de lo sublime
Una de las obras que más marcaron a Rothko fue el libro “El nacimiento de la tragedia desde el espíritu de la música” de Friedrich Nietzsche, un libro que ahonda en las ideas que esconde la tragedia griega, diferentes al concepto contemporáneo de las mismas según el filósofo alemán. Nietzsche ahondaba en esa obra acerca del pensamiento trágico, algo que impactó en Rothko que consideraba que la función del artista era hacer llevadero el doloroso caos de la vida del alma.
Rothko tenía una clara preocupación por la muerte y consideraba que toda forma de Arte lidiaba con la idea de la mortalidad de una forma íntima, sensual e irónica, tal y como manifestó en una conferencia en 1958, en la que habló acerca de los requisitos necesarios para que una obra provocara una reacción inmediata en el espectador.
Algunos historiadores como Robert Rosenblum han relacionado la pintura de Rothko con la idea de lo sublime, vinculándolo a la pintura del Romanticisimo a través de ese concepto. Según dispuso Rosenblum en su obra “The Abstract Sublime”, "las franjas flotantes y horizontales de luz velada de Rothko esconden una presencia absoluta, remota, que solo se intuye y que jamás se alcanza a captar del todo”.
También añade que “son esos intensos e infinitos vacíos los que nos llevan más allá de la razón y que jamás se alcanzan a captar del todo, obligando al espectador a llevar a cabo un acto de fe y dejarse absorber por una profundidad que flota sobre el lienzo”.
El propio Rothko vinculó sus obras a las emociones básicas del ser humano
A diferencia de lo que ocurrió en su suicidio, durante su vida, aunque fuera en pocas ocasiones, Rothko si que contribuyó, siempre de una forma general y no explicando las particularidades de sus lienzos, a la comprensión de lo que sus lienzos escondían. Es famosa su conversación con el escritor Selder Rodman, tal y como aparece en su libro “Conversations with Artists”, publicado en 1957, donde Rothko afirmó lo siguiente:“No me interesan las relaciones entre los colores o las formas ni nada similar” y prosiguió, “únicamente me interesa expresar las emociones humanas básicas -tragedia, éxtasis, fatalidad- y el hecho de que mucha gente se rompa uy llore cuando se pose frente a una de mis obras que expresa esas emociones básicas”.
El final de esa conversación, deja una muestra aún más clara de lo que la obra de Rothko expresa que “la gente que llora frente a mis cuadros está teniendo la misma experiencia religiosa que tuve cuando las pinté. Y si a usted, tal y como dice, le interesa únicamente la relación entre los colores, ¡se está perdiendo ese aspecto!".
La experiencia que en uno genera el situarse frente a un cuadro de Rothko es tal y como el propio artista la expresaba, una experiencia mística que remueve las entrañas del espectador. No es posible atribuir un significado concreto a lo que cada una de sus piezas evoca; flota sobre ellas una neblina de sensaciones y sentimientos tras la que es difícil describir una forma conceptual. Quizás sea precisamente eso lo que el artista perseguía.