Los amantes del arte y de los detalles están de enhorabuena, pues el Museo del Prado, en Madrid, ha recuperado una bella obra pictórica. Se trata de ‘El triunfo de la Muerte’, del pintor Pieter Brueghel el Viejo, fechada entre los años 1562 y 1563. Es un óleo sobre tabla, con las medidas 117 x 162 cm y nos muestra cómo la Muerte busca y equipara a todos los habitantes de una villa, desde los más ricos y poderosos hasta los más humildes y pobres. Ni los niños ni los jóvenes amantes se libran de su persecución.

Ahora, restaurada a lo largo de un año, vuelve a ocupar el lugar que se merece y espera la curiosidad de los visitantes.

Una obra llena de detalles en los que fijarse y figuras que no dejarán indiferente a nadie.

Una obra moralizante sobre la Muerte y la Vida

Tanto los colores como los personajes estremecen. Nada se libra del paso seguro y firme de la Muerte y sus huestes. Incluso si deseamos perdernos en la lejanía, buscando en el horizonte alguna promesa de esperanza, la pintura ‘El triunfo de la Muerte’ nos cercena la búsqueda, mediante humaredas y tenebrosos rojizos que más parecen hablar de destrucción holocáustica.

Tal panorama no servía sino para meditar sobre la Muerte, el paso del ser humano sobre la Tierra y lo efímero de todo lo tangible. Brueghel el Viejo va más allá, introduciendo el simbolismo de los vicios.

Hay que recordar que el arte no era una mera cuestión de estética y técnica, sino que servía a intereses moralizantes y se convertía en portador de mensajes que hoy nos pueden sorprender o parecer crípticos, pero entonces eran fácilmente legibles por todos.

Si se anima, ahí van algunos datos simbólicos:

  • Codicia y Avaricia están representados por los barriles de oro cercanos al emperador y el cardenal.
  • Gula, Pereza y Lujuria se muestran a través de diferentes jóvenes en diferentes escenarios, todos amenazados de muerte
  • La Muerte es un jinete incansable, a lomos de un caballo esquelético.
  • Lo efímero de los gozos terrenales puede adivinarse en la pareja de músicos jóvenes, seguidos de un esqueleto, músico también.

Un detalle curioso es que todo resulta muy terrenal, sin visos de inmortalidad, de referencias a la eternidad, al juicio y la vida espiritual.

También llama la atención que hasta la naturaleza pierde la batalla por la vida. No solo la humanidad muere sin remedio, hasta el mundo que rodea las escenas está amenazado de desolación.

Una restauración difícil que regresa al Prado

La restauración ha durado más de un año y tras ella está la Fundación Iberdrola. Los encargados del buen resultado obtenido son María Antonia López (pintura) y José de la Fuente (soporte).

Durante el proceso se han encontrado con capas pertenecientes a otras restauraciones, pero también con dos copias realizadas por el hijo del autor. Los añadidos pictóricos son antiguos, hasta tal punto que no se hallan referencias modernas a ellos ni datos en el propio Museo. La restauradora no ha encontrado referencias documentales, llegando a comentar que una fotografía de 1860 ya muestra el cuadro tal como se venía contemplando hasta antes de la actual restauración.