El ser humano y sus conquistas a través del tiempo, han ayudado a la humanidad. Para que nos maravillemos con lo que hay en nuestro universo, lugares que nunca hubiéramos pensando que existían, recovecos inimaginables, muestras del lenguaje del mundo. Los amaneceres, los anocheceres, todo en nuestra tierra tiene una voz sin igual, que nos habla de que ningún día – aunque en apariencia nos evoque un dejavu – no es el mismo. El planeta se ha encargado de llenarnos de una luminosidad y de un hálito de vida que continua hablando de épocas antiguas.

Esta remembranza de momentos singulares, y espectaculares, donde varios sitios de nuestro globo, muestran la infinidad de paisajes por admirar, es similar a la que nos inspira el espacio.

En la enormidad de la mancha, el espacio nos narra su naturaleza de infinito, con la escalofriante parsimonia de su vastedad. Muchos de nosotros pensamos en el espacio y tenemos un referente perfecto de nuestra imaginación yendo a años luz. Lo fastuoso de la senda sideral es que siempre nos tiene preparada una sorpresa inhóspita y reflexiva sobre nuestra propia existencia.

Una estrella con colores propios

Hoy se despide de nosotros, uno de los astronautas que paso a la historia en el alunizaje y sobre todo en el mundo del arte. Alan Bean, fusiono su don artístico junto con su amor al espacio. Se convirtió en uno de los primeros hombres en caminar la superficie lunar, además de ser piloto , se recuerda la misión – noviembre, 1969 – donde realizo varios experimentos, en conjunta labor con Charles Conrad – Comandante – quienes reunieron cerca de 34 kilogramos, entre varias muestras de rocas de la superficie, como parte de su trabajo con la NASA.

Inspiración, luna y recuerdos nada fugaces

Luego de toda su travesía por el espacio, Ben se despidió de la Nasa – 1981 – y después vio dedicada toda su atención, a la recreación de aquellos espacios mágicos. Sobre el lienzo exploró el espacio y su infinitud, de otras maneras que la tonalidad y el recuerdo, representaron de todas esas horas de magnificencia frente a la inmensidad espacial.

Una de las piezas más significativas es “Straightening our Stripes” – 1985 – donde visualizamos al famoso Neil Armstrong, colocando la bandera de los Estados Unidos de América.

Entre las composiciones de Alan, queda todo lo que su corazón proyectó, y que nos cuenta de su añoranza al espacio, de su labor como uno de los primeros, en acercarse a la enigmática Luna y ha todo lo que representa la inmensa llanura espacial.