La idea cumple su quinto año en las calles de Toledo, un escenario mágico para albergar la palabra. El origen del festival tiene como génesis el celebrado en Séte (Francia), un cónclave de poetas que lleva 25 años de expresión y ha sido exportado por la Comisión Europea a Italia, Marruecos, España y Túnez. El Mediterráneo es la idea global de una cultura que siempre nos unió. Un mar, hoy en día, que representa lo mejor de nuestra Historia, pero también los conflictos contemporáneos del mundo. Para alzar la voz de esa consciencia, este año más de 40 poetas recitarán sus poesías, la palabra, a todos debida, desde el viernes hasta el domingo, para proyectar con sonidos y músicas la belleza pero también el dolor, indivisible comunión.

Una sola voz en los más de 30 espacios urbanos que escucharán nueve lenguas de diversos rincones de este marenostrum, como bien señalaba la alcaldesa de Toledo, Milagros Tolón, la mañana del viernes en la plaza del Ayuntamiento. Con el festival arranca un septiembre cultural que convierte Toledo en una “capital de la poesía, de las letras y las artes”. Este año además se conmemora el 30 aniversario desde que la Unesco otorgó a la ciudad la declaración de Ciudad Patrimonio de la Humanidad.

El festival dio comienzo a la tarde del viernes en la Plaza de San Román, bajo el título de Poesía de gran calado, con los poetas Iván Péraz “Dyso” y Deborah Vukusic, presentado por el cantautor toledano Carlos Ávila.

En la escena de la Plaza del Salvador, el recital de la asociación Aseapo coordinado por la poeta Blanca Luján. El recital comenzó con pequeñas voces, acaso tímidas y con pequeños corros, acaso tímidos, alrededor de los trovadores, transformando la plaza de lugar de paso, a lugar de encuentro -a los pocos minutos se acabó lo timorato- y Toledo en el lugar de una voz necesaria en un mundo bombardeado, no solo por proyectiles también por pseudofilosofias del egoísmo (inspiradoras del neoliberalismo).

El humanismo se erigió entonces en el contrapeso a tanto productivismo en pocas manos. La poesía, la cosa más inútil que existe, levantó sobre las piedras de estas calles su manifiesto improductivo. Los poetas hicieron suyo el lugar donde expresar ese anhelo, la sensibilidad y el sentido. La Plaza de San Román creó el eco suficiente para la critica, la belleza, el llanto y el amor.

Ese espacio pequeño, ese punto en el mapa del mundo, comenzó a estremecer a las callejuelas, que atrapaban las palabras y las hacían volar a modo de ecos para hacerse notar. La poesía volaba libre por los rincones y así despertar a los allí presentes, agitando nuestro cotidiano mundo desolado.

Siempre necesario, alzar la voz. Este encuentro con el Mediterráneo es el espejo donde poder, a través de la lírica, relatar los llantos de un mar que más que puente, hoy en día, se convierte en un muro. Así Paco Ibañez, tomó la palabra en el Teatro de Rojas para abrir el cartel. El poeta de Al galopar puso esa voz que llega desde el pasado, para volvernos a alentar de un hondo sentir, el de todos nosotros, cuando no encontramos palabras para desnudar la realidad.

Su voz es una grito que viene de muy lejos, y es curioso como a día de hoy, vuelve a tomar relevancia canciones que parecían estar olvidadas. Siempre existe la injusticia y la vida desatenta.

El festival se adentrará durante este sábado y domingo en cada rincón de la ciudad, un recorrido que nos sorprende, desde el valle, sobre los puentes del Tajo o dentro de la propia muralla; de extramuros a intramuros: Plaza del Ayuntamiento, Patio de la Empres del suelo, Plaza del Salvador, Plaza del Colegio de Infantas, Callejón de Samuel Ha Leví, Patio de la Calle de la Merced, Patio de Cristo de la Luz, Plaza de Zocodover, Calle Sixto Ramón Parro... Escaleras del Miradero, Plaza del Consistorio... Toda una ruta de la palabra que hace de estos recodos de Historia, de nuevo, un lugar mágico de ecos que se reconocerán con las huellas del pasado, labradas a cincel.

Desde Toledo, en medio de la confusión, del descrédito de eso que parece realidad hoy (el entretenimiento como valor supremo),el festival Voix Vives emerge para mostrarnos lo esencial, los verdaderos valores que la poesía recuerda constantemente: volver a lo primario. Fraternidad para mostrar al hombre bueno, y un mundo común, donde exista la hermandad. El amor, la loa a la vida, a lo humano... Lo mejor que llevamos dentro en este tiempo de aberrante.