Antes de comenzar a desarrollar nuestro artículo habitual de ocio y cultura con la que abrimos los sábados, el que aquí escribe tenía dudas de empezar con la noticia que nos consterna a todos, el atentado en Barcelona y sus secuelas. Después de reflexionarlo, decidí seguir bajo la tónica habitual de nuestros contenidos, habida cuenta de que ya son otros medios los que han difundido y desarrollado la noticia y teniendo constancia de la suficiencia de la información. Creo conveniente volver cuanto antes a la normalidad, sin olvidar lo acontecido como expongo, pero más allá de poder hacer un recopilatorio de los hechos, no podíamos ampliarlo más.
Es, por estas dos razones, normalidad, y no poder alcanzar más información de la que ya consta, por la que mantenemos los contenidos culturales
Después de esta necesaria introducción, lo que nos atañe. Lee Lozano fue una de las grandes criticas del Arte desde dentro del Arte, fue una de las grandes perturbadoras del feminismo desde dentro del feminismo y finalmente el último eslabón del antiartista, hasta el punto de abandonar la profesión después de 12 años deslumbrantes de creación (1960-1972). Natural de Newark (New Jersey 1930), fallecida en Dallas en 1999, Lee Lozano fue un acicate violento de todos los movimientos sociales e ideológicos que se desarrollaron en ese tiempo. Su obra profundamente provocadora y Crítica se adentró en los conflictos del ser y también sociales: antibelicista, feminista y pornógrafa, cómica y trágica, abyecta y pasional.
A modo de ejemplo de sus salidas de tono constantes con la industria del Arte, llegó a tasar su obra por el valor que tenía los vestidos y complementos diversos que la mujer de su marchante gastaba, o el dinero que podía gastarse una relumbrante sala de exposiciones en pagar a su servicio de limpieza. Durante esos diez años de deslumbrante creación, Lozano toco el cielo y lo abandonó por el asco que le supuso el propio mercado del arte.
Una solución nihilista que como señala en el catálogo de la obra el director del Reina Sofía Manuel Borja-Villel “su decisión respondió a una inquebrantable voluntad de no querer ser absorbida por el sistema” La única decisión por tanto revolucionaria artísticamente, era salir del círculo mercantil del Arte, desaparecer y desacreditarlo.
Forzar la máquina es el titulo de la exposición que podremos ver hasta el 25 de septiembre. Comisariada por Borja-Villel y Teresa Velázquez y coordinada por Gemma Bayón la exposición consta de unas 150 obras entre pinturas y dibujos que abarcan el periodo de 1960 hasta 1972. Los temas expuestos se desarrollan desde la expresión de una sexualidad polimorfa, donde las herramientas y utensilios mecánicos son metáforas sexuales de insumisión y emancipación para posteriormente adentrarnos en obras que abordan su interés con la ciencia y los fenómenos relacionados con la energía que la artista llevó a su propia creación y práctica. Por último, en este recorrido, se muestra su obra más ligada a la vida y el Arte, fusionar esos dos campos en una forma de vida artística y libre.
La evolución de estas obras se desarrolla desde el humor y la creación un tanto “naif” de sus primeras pinturas que asemejan a aviones que entran por los oídos del artista como perturbadores de ideas, para poco a poco tomar su obra un cariz más provocador y maduro. La serie Subway Series (1962), alude a la cosificación del cuerpo. Inspirados en los anuncios del metro, sobre exponiendo el exceso psíquico del deseo que incita al consumo. A mediados de esa década la artista se vuelve más abstracta y minimalista desarrollando obras geométricas en paneles. Trabaja con los colores y luces para provocar emociones y reflexionar sobre el concepto de “pinturas de energía”, en obras como Big Circle.
A finales de la década hasta 1970 Lee Lozano llegó al momento de mayor impacto de su obra.
En 1967 comenzó sus primeros estudios para Wave Series (serie de ondas), que se realizó en una sola sesión. La obra representa una onda electromagnética compuesta por numerosos riachuelos diminutos de pintura aplicada minuciosamente. Esta obra supuso su consagración con la exposición Whitney Museum of American Art en 1970. Con posterioridad la artista de New jersey ahondó en el estudio de la percepción y del espacio llevando a cabo obras muy provocadoras y conceptuales– evolución vital bien expuesto en el recorrido físico de la exposición- con las llamadas Pieces (piezas) o “piezas lingüísticas” que la situaron en un lugar relevante de la vanguardia. Su “antisistema” respondió a una evolución más como artista, una consolidación de sus propios criterios y principios, hasta
derivar en Dropout Piece (Pieza de la deserción, 1970- 1972), su último trabajo que le llevó a romper con todo.